Opinión

Dos viejos gruñones

Enrique y Marcos han regresado a la libertad y, como todas las mañanas desde su jubilación, han retornado al ventanal del café en el cual desayunan, leen la prensa y discuten sin tregua. Cuando los contemplo no puedo evitar adjudicarles los papeles de Jack Lemmon y Walter Matthau en su larga interpretación de viejos gruñones. Sin embargo, mis vecinos se muestran más viscerales que los actores e, incluso, dejan de dirigirse la palabra por un tiempo sin romper la cita diaria, que sólo la cuarentena les ha fastidiado. Como contrapartida han descubierto el WhatsApp y las videoconferencias y Enrique, que odia el móvil, ahora cuida su terminal como una joya. La conversación de esta mañana me pereció antológica.

-¡La que está cayendo! –exclamó Enrique-. Nos vamos a mojar todos.

-¿Qué dices? –se extrañó Marcos-. Va un sol de carallo y casi 30º.

-¿Estás sordo? Escucha los truenos. Vienen del Ministerio del Interior. Dicen que el poder del OPUS en esa casa está siendo desmontado por Marlaska, porque suena una presunta conspiración en la Guardia Civil contra el Gobierno de coalición. No creo que el ministro deba juzgar a los funcionarios por su ideología o religión.

-Habladurías. Ni nubarrones. Primero, el funcionariado debe dejar las maniobras partidistas en sus casas. Y segundo, el caso 8M no les da para un 23F imposible. Europa no lo consentiría. Contempla el chorro de millones de euros que vienen en nuestro auxilio y no para rescatar la banca, como en los tiempos de Mariano. Eso os duele.

-Da igual. No paran de caer benditos rayos. La derecha está en su lógica estrategia de crispación y, si puede, deberá implicar a las fuerzas armadas en el descontento. ¿No te huele a sabido? En el pasado les dio resultado y a mí no me molesta.

-Sí. Es habitual cuando luce la luz. Sánchez y los suyos, a pesar de las obligadas improvisaciones y los errores, están venciendo a la pandemia. Esto para Casado, y su apego a airear muertos, es una derrota. Y tú estás de acuerdo, claro.

-Este temporal es insostenible, Marcos. Y no se les ocurre mejor paraguas que dar una paguita a todos los desocupados. Aquí mañana no trabaja ni Dios.

-El ingreso mínimo vital, Enrique, no es un paraguas, como no lo son nuestra pensiones, es una cuestión de equilibrio social. ¿Qué quieres, un país cabreado por la necesidad para que se levante contra la democracia? Sal a la luz. Te has quedado en las tormentas del siglo XIX.

-Para ese viaje ya está inventada la caridad. Un impermeable de quita y pon. Sé de familias que van a los comedores sociales para no gastar en el super y ahorrar. Con la paguita seguirán en las colas. (Hizo una pausa) Veo en el periódico que Casado ya se ha reunido con los sindicatos de la Guardia Civil. Está ágil.

-También lo leo, Enrique, pero no se le ha ocurrido coger la sombrilla y acercarse a las puertas de la Nissan o de Alcoa. Los sectores industriales que Mariano ignoró tanto tiempo.

-Eso que lo arreglen Sánchez y Torra antes de que los mandemos para casa… Ya les queda poco.

De buena gana hubiera seguido escuchando, pero se me hizo tarde.

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