Opinión

El Anticristo

Según ha dicho con contundencia hace unos días el presidente de la Universidad Católica de Murcia, un señor cuyo nombre ni recuerdo ni quiero recordar, "el Anticristo aparece en cada generación queriendo usurpar el nombre de Dios". 

O sea que el Anticristo es un tipo muy poco hábil, dado que nunca consigue su propósito y tiene que volver a intentarlo en cada generación subsiguiente. Y el pobre lleva así miles de años. Vamos, que es una especie de Sísifo al que siempre se le cae la piedra a mitad de la ascensión a la montaña y no le queda más remedio que bajar a por ella, cargarla otra vez y volver a empezar. ¡Qué trágico! Ese personaje, el Anticristo, piénsenlo, vive una tortura personal y existencial eterna y terrible que yo no querría para mí y seguramente ustedes tampoco. Tiene que estar muy estresado.

Yo al Anticristo solo lo he visto una vez en mi vida, de refilón, en una película de hace años de Alex de la Iglesia que se titulaba "El día de la bestia". Después de aquel estreno que vi en uno de esos maravillosos cines gigantes de la Gran Vía de Madrid, creo que era el Capitol, al día siguiente intenté cambiar las claves de acceso de mis cajeros automáticos a 666, pero los bancos no me dejaron porque exigen cuatro cifras.

Por si al presidente de la UCAM le faltaban amigos para apoyar sus delirantes teorías, ahí han salido en su defensa como valientes escuderos José María Cañizares, Miguel Bosé y Enrique Bunbury, tres grandes científicos españoles de reconocido prestigio internacional.

Leyendo el fabuloso libro "Homo Deus" del brillante historiador Yuval Noah Harari me he enterado de que existen tres tipos de verdades: las verdades objetivas, las verdades subjetivas, y las verdades intersubjetivas. 

Una verdad objetiva es que la Tierra es esférica, da igual que tú seas terraplanista y creas que no, sigue siendo esférica, es una realidad objetivable. Una realidad subjetiva es la existencia de Dios, da igual lo que creas tú, no puede comprobarse objetivamente que exista ni que no, es una realidad de la imaginación, aunque tan real como la otra. Y una realidad intersubjetiva y aquí viene lo bonito, es una inventada por nosotros como una subjetiva, pero en la que todos los creyentes pueden dejar de creer de la noche a la mañana. Harari lo explica con este ejemplo. 

En 1991 se reunieron en la ciudad bielorrusa de Belavezha tres presidentes de naciones muy importantes y firmaron un tratado que decía así: "Nosotros, la República de Bielorrusia, la Federación Rusa, y Ucrania, países fundadores de la URSS en 1922, por la presente decretamos que la URSS deja de existir." ¡Y sorpresa, todo el planeta dejó de creer en la existencia de la URSS!

Pues este es mi tratado de Belavezha: Yo digo que Cañizares, Bosé, Bunbury y por añadidura el presidente de la UCAM también dejarán de existir. Y esto es una verdad... intersubjetiva.

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