Opinión

El clima está muy mal

En el último programa autonómico de MásMadrid, Íñigo Errejón proponía la creación de nada menos que treinta nuevas Agencias, Organismos, Asociaciones, Fundaciones, Oficinas, Observatorios, Institutos, Mesas, Consorcios, Servicios, Centros, Comisiones y demás variantes burócratas paraestatales para garantizar el “futuro de la convivencia y la cohesión social”. Tal cual. ¿Hemos de permanecer tranquilos y confiados ante este tipo de propuestas que aparentemente responden a tan loable propósito o al contrario, hemos de estar prevenidos si atendemos a los precedentes e historial de quienes las proponen?

Está grabado; cualquiera que lo desee puede sumarse a los más ciento noventa y cuatro mil personas que antes lo han hecho y verlo en “Youtube”, escribiendo “vídeo Errejón creación de chiringuitos”. En la citada grabación se ve a un líder en toda su salsa. Con el desparpajo que otorga formar parte de la tercera fuerza política de ese momento, el ex líder podemita instaba a su audiencia a que se hacía imprescindible que, mientras pudieran y “para cuando los gobiernos del cambio perdiesen elecciones”, se fuese sembrando la sociedad del mayor número de “instituciones populares saludables, con poder, en las que refugiar a los cuadros militantes del partido, que hoy están desarrollando tareas institucionales” (y no cobran por ello, se entiende), y con “estructura económica autónoma” (pagados por todos, se entiende) ya que esta red de estructuras “no pueden vivir del aire, como es lógico.” Cualquiera que vea el vídeo se preguntará si la verdadero propósito del político es la de contribuir a la causa de los necesitados/as, dependientes/as, creadores/as, o ecologistos/as,… o el de enchufar a la militancia “MásFiel” y activista para la creación de un submundo clientelar al servicio de los intereses de quienes los enchufaron. 

Parece lógico pensar que debemos cuidar la casa de todos, que es el planeta, si pretendemos que su respuesta ante la acción humana que sobre el mismo se ejerce, no consista en desertización, muerte, inundaciones o tornados devastadores. Pero pensemos cómo funcionan estas cosas. Se identifica un problema; se busca un culpable; aparecen fuertes resistencias a aceptarlo; se genera un consenso general de su existencia; se incorpora a la agenda política (se institucionaliza); forma parte de las promesas electorales; aparecen los expertos, los congresos, los frikis y las Gretas; si la cuestión encuentra calado social, se multiplican las Asociaciones, Obsevatorios, Institutos, …(véase párrafo primero) y por añadidura, subvenciones que promueven la proliferación de lugares donde refugiar a amiguetes y enchufados, comisarios y jetas de toda calaña y condición. Al final, ante un problema que es auténtico, las soluciones se tornan disparatadas, los recursos financieros y humanos son destinados a financiar activistas, fanáticos y estructuras improductivas, y los efectos son poco o nada relevantes. Lo del cambio climático, ídem de lienzo.

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