Opinión

El equilibrista

Reconozco que Pedro Sánchez a veces me deja pasmado. Es el perfecto equilibrista. Capaz de negociar con su pringoso socio de coalición -a ver cómo se traga ahora el sapo de la fusión Bankia-Caixabank un Pablo Iglesias que tan en contra se mostraba de fortalecer la banca privada--.

Y, al tiempo, capaz de hacerlo con Ciudadanos, ya preso de su compromiso de apoyar unos Presupuestos "despodemizados". Sin abandonar del todo a Esquerra, a la que, fuera de toda lógica, la portavoz Montero incluye entre quienes tienen "amor a España" (¿?). Solo el Partido Popular, y ya veremos, resulta demonizado en los peores términos, fulminado por los rayos gubernamentales. Y eso, porque Sánchez sabe, o intuye, que ya tiene en el bolsillo los Presupuestos. Y la Legislatura. Y que algún enemigo hay que escenificar, porque no todo pueden ser amigos o cómplices o socios a la fuerza.

¿Cómo lo hace? A base de provisionalidad. Como los equilibristas, como los malabaristas, como los ilusionistas -ojo, que evito traer aquí la palabra "trilero"--, todo es momentáneo, sin que pueda durar mucho tiempo; pero entonces, el saltimbanqui inventa un nuevo juego, un nuevo truco y todos, en el circo, siguen absortos el dedo que señala a una luna de cartón, pero muy luminosa.

Y así vamos: fascinados por el último titular que la actividad gubernamental -y, por supuesto, las fusiones bancarias son también cosa del Gobierno, de "una parte" del Gobierno, en la que está doña Nadia Calviño- nos depara: que si el vicepresidente morado deja a todos pasmados, incluyendo a la ministra Montero -doña María Jesús, claro- con su anuncio de que también los padres con niños en cuarentena recibirán ayudas estatales. Que si se reanuda la mesa de negociación, al menos con Esquerra Republicana de Catalunya, y presumiblemente sin Quim Torra, aunque vaya usted a saber si el mago de Oz Sánchez no logrará también meter de rondón a los irreductibles de JuntsxCat en alguna esquina de la taula. El caso es mantener la bicicleta sobre la cuerda floja en marcha, que, si se para, se cae. Y no hay red.

Con quien Sánchez no negocia es con el PP, ya digo, aunque algo saldrá de esa Agencia para la recuperación, que fue lo único acordado con Casado en el encuentro del miércoles pasado en La Moncloa. Ni negocia con la Comunidad de Madrid, el Wuhan español, que duplica los contagios por el virus maldito cada día; ha decidido concentrar sus dardos el señor Sánchez en Isabel Díaz Ayuso, a la que hay que reconocer su carácter pugnaz y algunas meteduras de pata en su combate contra la pandemia. Pero el presidente del Gobierno, en lugar de echar una mano cooperadora para desterrar a la enfermedad de la capital, echa una mano al cuello, lo que demuestra no pocas cosas, enumérelas usted mismo.

El caso es que parece que el equilibrista, y quien le ayuda en sus trucos, se las promete muy felices en su carrera por la permanencia en su palacio, al que también llegó, como se sabe, de forma mágica. El circo ya lo tiene montado. Ahora, para el "panem et circenses" solo le falta asegurar el pan. Y de eso es de lo que habría que tratar de manera urgente, de sacar panes, y conejos, y Ertes, y también ingresos mínimos vitales, de la chistera.

De momento, ya vamos a tener, alehop, uno de los mayores bancos de Europa, para lo que valga y seguramente valdrá de mucho y bueno. Atentos a la pantalla, que el "pedrochismo", suma de Pedro y Pedroche, dos bellos ejemplares que se invisten y desvisten, está en su apogeo. ¿Durante cuánto tiempo?

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