Opinión

El espejo

Si la cara es el espejo del alma, la de Pedro Sánchez debe estar pasándolo condenadamente mal, porque el rostro del presidente en funciones, tras la primera votación de investidura, era una mezcla de preocupación y decepción a partes iguales. Quizá cambie la cosa este jueves cuando se produzca la segunda votación que, según Sánchez, sería la definitiva porque no tiene intención de volver a intentarlo en septiembre; aunque la palabra de Sánchez, como la de muchos políticos, vale solo en el momento en que pronuncia, luego cambia según convenga.  

Pero hoy por hoy el sentimiento que se advierte en el candidato a la presidencia, es de inquietud, angustia e incertidumbre. En manos de Carmen Calvo está que aparezca la satisfacción y la sonrisa tras un buen acuerdo con Podemos.

No lo tiene fácil, porque el debate ha evidenciado lo que se sabía  desde hace tiempo: Sánchez e Iglesias se encuentran en las antípodas políticamente hablando, y más antípodas todavía en lo relacionado con sus objetivos de poder. Y cuando se decide reparto de poder,  para que uno consiga aquello a lo que aspira, el otro debe ceder a lo que él mismo aspiraba.

Ese es el problema para Sánchez. Pretendía un gobierno en solitario y no consiguió los escaños necesarios ni siquiera para contar con una minoría aceptable que le permitiera gobernar mirando hacia un lado o hacia el otro en función de los votos  que necesitara para cada iniciativa. 

Luego pensó en un llamado "gobierno de cooperación" que, traducido el lenguaje sanchista significaba que Podemos no formaría parte del Gobierno pero le apoyaría en la investidura, y Pablo Iglesias dijo que ni hablar. Pensó Sánchez hasta el último minuto que doblegaría el brazo de Pablo Casado para que se abstuviera, entre otras razones porque alguien muy próximo a Casado semanas atrás había hecho un acercamiento a Moncloa en ese sentido; pero Casado mantuvo una posición tan inamovible como la de Sánchez hace casi tres años al negarse a la abstención con Rajoy. Por eso fue patético que Sánchez, el lunes, expusiera los mismos argumentos que él desechó entonces para exigir ahora a Casado que se abstuviera. 

Así las cosas, Sánchez dio instrucciones a Calmen Calvo para que negociara como fuera  el apoyo de Podemos. Y ahí le esperaba Iglesias. En una jugada maestra se había retirado  cuando Sánchez declaró que admitiría miembros de Podemos su gobierno excepto a Iglesias… y entonces Iglesias presentó el nombre de su mujer, Irene Montero, para la vicepresidencia, con Echenique al cargo de un ministerio. Si creyó Sánchez que no tendría Iglesias tal osadía, se equivocaba.

Se comprende la cara descompuesta del candidato socialista a presidir el Gobierno el martes a las dos de la tarde. Pero eso dura lo que dura: cuando alguien se marca un objetivo vital, es capaz de ceder lo que haga falta con tal de conseguirlo. Así que no se puede descartar que este jueves le veamos con una amplísima sonrisa.

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