crónica

El ligoteo en las verbenas

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photo_camera Trabajadoras y usuarios de la residencia de la Fundación San Rosendo festejan el día de San Valentín. (MIGUEL ÁNGEL)

La celebración de San Valentín también tuvo hueco en la residencia Nuestra Señora de la Esperanza de la Fundación San Rosendo, donde no faltó la música, el baile, los corazones y, cómo no, las historias de amor.

La residencia Nuestra Señora de la Esperanza de la Fundación San Rosendo lucía este jueves un aspecto inusual, acorde con la celebración de San Valentín. Guirnaldas, globos y otros detalles con forma de corazón adornaban el gran hall del edificio, donde usuarios y trabajadores disfrutaron de la música, del baile y de la charla. Los mayores realizaron las manualidades decorativas en los talleres del Proyecto Experiencia Activa, impulsado por la Fundación San Rosendo y La Región con apoyo de Inditex.

"A miña muller e eu eramos do mesmo pobo e dende pequenos xa nos coñecíamos", explica Benjamín López. Ambos se gustaron "dende sempre", tal y como relata: "Como non me ía gustar, se era moi boa moza". Asunción Nogueira y su marido también se conocían desde la infancia: "Na época do centeo íamos xuntos cas familias porque tiñamos as terras de cultivo pegadas". Pero para encontrarse y "ligotear", nada mejor que las verbenas y las fiestas populares. "Os domingos pola noite xuntábamonos todos os mozos do pobo e aí estaba ela sempre", recuerda López. 

El noviazgo de Carmen Casares con su marido comenzó a partir de un baile: "Era un día de festa e veu ese rapaz por alí, preguntoume se quería bailar e díxenlle que viñera outro día, que eu tiña mozo". A la semana siguiente, ya sin pareja, Casares bailó con el que sería su marido durante 70 años. Después de un tiempo, llegó la propuesta de matrimonio: "El díxome, 'isto acabouse, ou si ou non', e foi que si". 


Amor y emigración


La emigración, en esos años, tocó gran parte de las historias de amor ourensanas. "Non tiñamos nada, así que tiven que marchar a Francia, estiven fóra dous anos sin a familia para aforrar cartiños", cuenta López. "Ao volver, comíanme a beixos e abrazos, ela e os tres meniños, que quedaron con ela", rememora. El marido de Casares se marchó a Venezuela durante cuatro años: "Eu fun alí pasado un tempo porque o botaba de menos, se te queres, é moi triste estar lonxe". Nogueiras, sin embargo, emigró primero ella: "Quería ser rica antes de casarme, non quería que me mantiveran, así que marchei a Holanda e logo veu el, a Alemania". Tiempo después, ya como matrimonio, pudieron juntarse en Alemania y, años más tarde, retornaron a la provincia.

Por su parte, María del Carmen Quintairos comenzó su historia de amor en la emigración, también en una verbena, pero al otro lado del charco, en Sao Paulo. "El centro de españoles estaba cerca de mi casa, íbamos muchos jóvenes allí todas las semanas y lo conocí, empezamos a hablarnos y acabamos enamorándonos", recuerda Quintairos. En Ourense quedó un viejo amor, de cuando era pequeña, "pero cuando me fui a Brasil cambió la cosa". Cuando regresaron, ya se habían convertido en marido y mujer. "Cuando me lo pidió me lo pensé, pero dije que sí", dice.

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