Opinión

El rosario y el cestillo

Celebramos hoy la fiesta de un santo al que muchos acuden en esta diócesis. El padre del monacato de Occidente, que con su lema “ora et labora” ha influenciado notablemente a los institutos y congregaciones religiosas. San Benito de Nursia (Nursia, Umbría; 480 - Montecasino, Lacio; 21 de marzo de 547) Es el patrón de Europa y el gran patriarca del mundo occidental, que sería dificil de entender sin todo lo que significa este monje venerado en todo Ourense de manera especial. Incluso los monasterios existentes en estas tierras en gran parte han sido creados por sus sucesores. Restos de ello es fácil observarlos también en las parroquias. 

A veces da la impresión de que el ateísmo y el agnosticismo son patrimonio de los intelectuales. Como si la fe fuese patrimonio únicamente de los pobres, analfabetos o menos dotados. Craso error, y basta dar un vistazo al cúmulo de personajes de todo tipo que poseen fe. Pues bien uno de los escritores postergados es el gaditano José María Pemán, que fue escritor, periodista, dramaturgo y orador, cultivando todos los géneros literarios (Cádiz 8/5/1897 - 9/7/1981, también en Cadiz). Está enterrado en la Catedral junto a Manuel de Falla. Estuvo muy ligado al franquismo y paradógicamente a don Juan de Borbón y tuvo gran amistad con Adolfo Suárez.

Al margen de su trayectoria política, discutible, fue un gran intelectual y escritor. Entre sus numerosas publicaciones destaca “El Divino impaciente” y en esta obra Pemán recoge un consejo de Ignacio de Loyola a Francisco Javier, que quisiera citar hoy aquí: Dice san Ignacio a san Francisco Javier: “Cuando suena mucho el río/ es porque hay piedras en él./ Virtud que se paladea,/ apenas sí es ya virtud./ No hay virtud más eminente/ que el hacer sencillamente/ lo que tenemos que hacer.../ El encanto de las rosas/ es que, siendo tan hermosas,/ no conocen que lo son…/ Pídele a Dios cada día/ oprobios y menosprecios,/ que a la gloria, aun siendo gloria/ por Cristo, le tengo miedo.../ Ni el rezo estorba al trabajo, ni el trabajo estorba al rezo./ Trenzando juncos y mimbres/ se pueden labrar, a un tiempo,/ para la tierra, un cestillo,/ y un rosario para el cielo…”

Estos últimos versos reflejan la verdadera actitud del creyente. Ya san Francisco de Sales en su “Introducción a la vida devota”, trata el tema como lo trató antes san Benito de Nursia y Columba Marmión y más recientemente san Juan Bosco y san Josemaría Escrivá.

La verdadera religión pasa precisamente por esos dos puntos: el rosario y el cestillo. El “ora et labora” benedictino. Únicamente combinando ambos podrá el creyente decir que lo es. Es curioso observar como en todas las abadías benedictinas está la oración pero también el trabajo de las diversas formas, desde el intelectual al material que desarrollan en sus campos y terrenos que los rodean. Oseira, aun cuando es del Císter, es una muestra de cuanto decimos.

Precisamente por eso todos los grandes santos que hablan del trabajo y la oración dejan bien claro que se complementan totalmente, hasta el punto de afirmar que el mismo trabajo es oración. Lo dice la cita que recojo más arriba: “No hay virtud más eminente/ que el hacer sencillamente/ lo que tenemos que hacer”. Las grandes bibliotecas, los hermosos templos de tantas abadías y monasterios se combinan con su labor agrícola e incluso culinaria. Fueron siempre estos grandes monumentos lugares para la reflexión, la meditación y el estudio que los allí residentes supieron combinar con sus trabajos manuales que perduran a lo largo de la historia.

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