Opinión

El tira y afloja

Vivimos en un permanente tira y afloja prácticamente desde que Pedro Sánchez aprobó la investidura gracias a Podemos. Desde ese mismo instante no ha pasado día sin que Podemos haya marcado su política con posiciones inamovibles, que han provocado que su programa se convirtiera en el programa del gobierno, aunque el presidente Sánchez se pone de los nervios cada vez que se menciona que es su vicepresidente segundo el que gana cuando hay que inclinarse por una posición o la contraria.

Sin embargo las evidencias son muy claras, la última se vivió el pasado miércoles cuando la ministra de Hacienda y Portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, llamó a Iglesias cabezón, en público y con periodistas pendientes de sus palabras. Imposible que Montero, que no tiene un pelo de tonta, no se diera cuenta de que esos periodistas estaban grabando imágenes y sonido. No le importó que urbi et orbe se supiera cuál era su concepto sobre el hombre que aparentemente ha sorbido el seso a Pedro Sánchez a cambio de garantizarle los votos necesarios para ser investido primero y aprobar después los Presupuestos Generales del Estado. A cambio de promover medidas sociales que quitan el sueño a Nadia Calviño porque no salen las cuentas,  y exigencias que impiden cualquier tipo de acuerdo con el principal partido de la oposición, como por ejemplo que Podemos sea parte importante en las negociaciones sobre el Consejo General del Poder Judicial. Llegamos a fin de año con los Presupuestos aprobados, algo que Sánchez no podía suponer hace apenas tres meses; pero estas navidades se viven con una tensión impropia de las fechas, supuestamente de paz y concordia. Dentro del Gobierno existen diferencias abismales entre los sectores socialista y podemita, y al mismo tiempo se agranda la brecha entre el Gobierno y el PP.

No hay un solo gobierno que pueda realizar su tarea completamente a espaldas del principal partido de la oposición. El desgaste sería tan profundo y las consecuencias tan desastrosas que a lo largo de la historia se ha visto cómo incluso gobernantes con mayoría absoluta han hecho el esfuerzo de dialogar y negociar con su principal adversario para superar los numerosos baches que se producen cuando las relaciones son a cara de perro.  Si a todo ello se suma que la mayoría actual del Gobierno está basada en acuerdos con partidos poco fiables empezando por el propio socio de coalición, que se sufre una situación económica y social de una envergadura nunca vista hasta ahora, y encima  las instituciones europeas están pendientes de que España no se desmande en sus políticas económicas y que además respete de forma incuestionable el Estado de Derecho, estamos entonces en el escenario perfecto para deducir que tras las elecciones catalanas  podrían  producirse cambios. 

Porque a Sánchez lo que más le importa es su supervivencia, y para él es un peligro que esa supervivencia dependa de Pablo Iglesias.

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