Opinión

En la tercera ola

Aunque seguramente los más avezados se habrán preguntado en alguna ocasión por qué la pandemia que azota al mundo en 2020 se llama covid-19, hay sobre la mesa otras cuestiones de capital importancia como la falta de información o, si se prefiere, el sesgo errático ofrecido a la ciudadanía, sumado a los bandazos e incoherencias por parte de las propias autoridades. Pero pese a muchas dudas y reticencias, lejos de la discusión queda que el legislador de 1981 nunca desarrollara en su plenitud la Ley 4/81, facilitadora de la declaración de alerta, norma que también contempla proclamar los estados de excepción y sitio, a las claras más operativos en la primera ola, rechazados no obstante por el binomio Sánchez-Iglesias al abrir un escenario que nada les interesaba, por  permitir ambos suspender derechos constitucionales como la libre circulación por territorio nacional -lo que cuestiona la legalidad del confinamiento-, aun al precio de traspasar el poder al Estado Mayor de la Defensa hasta solucionar la crisis sanitaria. 

Lo que para el negacionista Pablo Iglesias sería tragar con la rueda de molino de que Felipe VI es a la sazón, además de jefe de Estado, el capitán general de todos los ejércitos, espina que al vicepresidente 2ª le escocería cual almorrana rabiosa de tener que sopesar en la balanza el bienestar del país frente a sus aspiraciones bolcheviques de una república prehistórica, bananera, y excluyente para más de la mitad de los españoles, preferencia acerca de la que nadie alberga incertidumbres.

El estancamiento y polarización del país, el hundimiento económico, y un virus que no ha dado tregua pese a las medidas tomadas, hacen reflexionar en el agudo pensamiento de Einstein al proponer que no se van a obtener resultados distintos obrando igual. Es decir, el Gobierno confinó a la población para volver al mismo sitio en cuanto se abrió la puerta. Con los españoles debatiéndose en un mar de incógnitas, Sánchez se fue de vacaciones, luego de veraneo y después de descanso, escatimando sus obligaciones los 365 días del año, durante las 24 horas del día. ¡Y si se duerme que tome café y eche mano de su vicetrasgo 2º, que tanto afirma presionar al gobierno -como si fuera ajeno a él-, en pro de unos beneficios sociales que su ministerio es incapaz de cumplir! 

Lo indiscutible es que el único responsable en todos los ámbitos es quien manda, menos en España, donde el Gobierno culpa a todos sin asumir responsabilidades. Al ejecutivo no le importa tirar la pedrada a la ciudadanía, culpándola del desastre, mientras el país asiste incrédulo al espectáculo de que el gobierno, aparte de hacer lo que le viene en gana, culpa de sus omisiones e incompetencia a la oposición, parádójicamente desgastada en lugar de quien detenta el poder. Todo vale, nunca mejor dicho, con tal de sacudirse el muerto de encima. Lo siniestro es que, a sabiendas de que habría una segunda ola en octubre, no se tomaron medidas legislativas ni incrementó el personal o la dotación de medios sanitarios. El Gobierno se limitó a chingar al país con el IVA de las mascarillas y a joder de mala manera a quien no sea de su cuerda, olvidando el compromiso de gobernar para todos.

Mientras en Estados Unidos ya tiemblan ante una eventual tercera ola, aquí nadie pone las barbas a remojar. A la actual debacle con consabido confinamiento le sucederá una tercera tras la campaña navideña, con el único horizonte de 10 millones de agraciados con la lotería de la vacuna -sin entrar a valorar su seguridad-, en tanto otros 37 se quedan con los pantalones bajados, desconociendo los criterios de Sánchez para establecer quién es importante y cuál prescindible. Dos legislaturas diferentes, dos presidentes distintos, dos crisis dispares..., un mismo partido, análogo mensaje  y actitud semejante. Esta es la estrategia del PSOE cuando gobierna, repetida de Zp a Sánchez Primero fue “no pasa nada”, luego “sí sucede pero sólo un poquito”, para terminar con un “¡Ay, madre, la que se nos viene encima!”. Duchos en entonar desde la oposición -incluyendo a sus socios-, el mantra de que en política los errores se pagan dimitiendo, para mudar las tornas cuando se sientan en la bancada azul, resolviendo las picias con simples disculpas y hala, a seguir por igual derrotero y cada mochuelo a su olivo. Pues atentos, que nunca hay dos sin tres.

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