Opinión

“Eres una mujer confortable”

Domingo, 3 de mayo

Salí como todo el mundo a disfrutar mi hora. Todos separados de todos. Como en una danza esperpéntica. Me sentí confuso. Camino y recuerdo un poema de Mayakovski que escribía mientras caminaba por las nevadas calles de Moscú: “¿A dónde voy cargado de mí mismo?” Ay, camino y pienso, cuando mi vida era ir de aquí para allá por el mundo. Estoy en mi calle. De pronto, alguien corre hacia mí. Cielos, es el yonqui del barrio del que ya escribí que es mi ONG. Trae una mascarilla al cuello. Antes de darle sus cinco euros le pregunto: “¿Qué ha sido de ti todo este tiempo?” Responde: “Mira, colega, sobrevivir está difícil, no veas las largas colas en los comedores gratuitos. Odio esos albergues, mi casa sigue siendo el cajero. Sabes, no me he movido de mi esquina”. Le doy sus cinco euros y esta vez no sonríe, va y me confiesa: “Estoy jodido, colega, ella se ha ido con el que pide en el Froiz”. Recordé la cita: “Si algún día me ves triste, no digas nada, quiéreme”.

Lunes, 4 de mayo

Qué barbaridad, enciendo la televisión, busco un canal al azar y ahí está un fulano enseñando a hacer paella. Busco otro canal y están con un jodido concurso de cocineros. Otro y ahí está el cocinero vasco de toda la vida. Otro y sale un cocinero voluminoso que grita como un condenado a sus aprendices. Qué tristeza, busco un canal francés y esta vez es una atractiva cocinera. Apago el aparato. Parece como si sólo quisiéramos engullir, será la ansiedad de este tiempo tan extraño, venga festines y bacanales. También pantagruélicos festines de corrupción. ¿Alimentar el alma? Malos tiempos cuando los protagonistas no son los hombres que nos enseñan a pensar sino sólo a engullir. 

Lo recuerdo bien, hermano. Era el año 79 y yo estaba en Benarés al lado del sagrado río Ganges en una pequeña casa alquilada con unos colegas periodistas. Un hombre santo de túnica blanca con un cuenco atado a la cintura pasaba cada día por nuestra puerta, se sentaba y rezaba. Cambiaba sus oraciones por un humilde cuenco de arroz blanco. Un día le añadimos una fuente llena de frutas, él la rechazó y dijo: “El caminante que come en exceso atrae la desgracia”.ilustracion_alba_noguerol_resultado

Martes, 5 de mayo

Me llama mi contertulio el profesor. Lo escucho enfadado. Mira tú, él es gay y tiene su pareja con quien convive desde hace años. Me dice: “En este tiempo en que estamos cautivos he reflexionado mucho sobre mi condición homosexual. No hace tanto, caminaba con él de la mano y algunos me miraban con los ojos del enemigo. Qué ciudad, aquí hay una colonia numerosa de gays y lesbianas, pero si observas no verás a dos hombres o dos lesbianas tomadas de la mano; menos haciendo carantoñas. En casi todas las ciudades pequeñas como Ourense hay locales y bares exclusivos. Aquí no. Y mira que la consigna es ‘muéstrate’. Como si no hubiésemos superado aquellos clandestinos encuentros detrás de la Alameda. O los oscuros encuentros en los servicios públicos. Qué paradoja, tengo amigos que vienen de Madrid a conocer chicos de aquí. Siempre me dicen: ‘Enseguida conectamos, sois especiales’, y se van felices. Pero asombrados de que todo sea casi clandestino. Mira tú, en Ourense hubo la primera boda de un concejal gay del PP. Y el último alcalde también era homosexual…”

(Ah, esta ciudad que ama la apariencia, de grandes tiendas, que gusta el dejarse ver y ama los cafés y los bares, tan acogedora con los visitantes. Cuántos miedos antiguos, cuántos estigmas y viejas lacras. Han pasado más de cincuenta años. Blanco Amor caminaba por el Paseo y muchas miradas eran venenosas por su condición de homosexual. Estamos en el 2020, ¿y si hoy el autor de “A esmorga” caminase por el Paseo de la mano de…?).

Miércoles, 6 de mayo

Estos días alguien me tiró de las orejas por una frase quizás machista a manos llenas. Tal vez, lector, recuerdes. Contaba cosas que extrañaba: “Extraño…/ extraño algunas cosas que un hombre no debe revelar./ La extraño a ella”. La segunda frase es la que hirió. Escucho: “Parece que vives en otro tiempo. Esas cosas las decía John Wayne y ha perdido magia el artículo. Me defendí: “Me inspiró un verso de Lorca en ‘La casada fiel’: ‘No quiero decir por hombre las cosas que ella me dijo…” “No vale”, me replicó: “Eso es otra época, otro momento histórico. No para estos tiempos en que la mujer combate por la igualdad”. Hago mi autocrítica. Tal vez sea un error. Pero busco el humor y le digo: “El único piropo que dijo John Wayne en toda su vida fue: ‘Cierto, eres una mujer confortable”.

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