Opinión

Esa persona de la que usted me habla

Lo he dejado escrito varias veces en este periódico: El enfrentamiento a banderazos entre las derechas gobernantes de España y Catalunya, cebado durante siete años hasta el delirio final de la DUI y el 155, no arranca única ni principalmente de la cuestión política de fondo que exigiría afinar el modelo territorial español. Sin pretender obviar esto, vengo sosteniendo que la exacerbación del conflicto arranca de un cálculo mezquino de ambos contendientes, según el cual el señuelo de un “enemigo externo” haría olvidar sus virulentas políticas antisociales y encubriría las miserias del “tres per cent” de la Convergencia catalana y el chapapote de corrupción que anega al PP.

Lo cierto es que en estos últimos días la asonada catalana ha hecho pasar desapercibidos hechos que en cualquier otro país europeo -donde los políticos dimiten por una multa de tráfico o por comprar una chocolatina Toblerone de dos euros con la Visa equivocada- habrían tumbado al Gobierno y a su presidente. 

En el Congreso, el jefe de investigación de la Unidad de Delitos Económicos y Financieros declaró que "indiciariamente" Mariano Rajoy había recibido sobres de la Caja B del PP. ¿Reacción?: Silencio. Y Catalunya.

Días antes, la fiscal Concepción Sabadell escribió en sus conclusiones finales del primer juicio Gurtel que los testigos (Álvarez Cascos, Ángel Acebes…: “Esas personas de las que usted me habla”) "no tienen ninguna credibilidad" y que está "plena y abrumadoramente" probada la caja B del PP. ¿Reacción?: Silencio. Y más Catalunya.

Y en una semana “estelar” para el PP, el empresario Rafael Palencia confesó que pagaba “periódicamente” al partido para recibir “un buen trato” y después abonaba comisiones del 3% si era beneficiado con una obra. (Las mismas prácticas que el “enemigo” independentista, mira tú qué sincronía.)

En la semanal Comisión de Control del Congreso, el presidente Rajoy, a sabiendas de que la reiteración acaba provocando una indiferencia cansina muy conveniente para sus intereses, ni se molestó en variar sus argumentos de siempre: Catalunya (perejil de todas las salsas) y los clásicos ERES y Venezuela, como si las eventuales falcatruadas de otros justificasen sus propias falcatruadas.

De modo que la crisis desencadenada por los del “tres per cent” y por los del “tres por ciento” casi consigue el objetivo de encubrir sus fechorías, aún a costa de poner el país patas arriba. Pero entonces la Audiencia Provincial de Madrid decide llevar a juicio al PP por la destrucción a martillazos de los ordenadores de Bárcenas, y el señuelo de Catalunya ya no alcanza para tapar tanta cochambre.

Por fortuna para la democracia, el cartero de la Justicia siempre llama dos veces.

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