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Espartero, militar a caballo (II)

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photo_camera Imagen: Espartero, por Pablo Gibert y Roig (1886).

Que Baldomero Espartero (1793-1879 era autoritario y hombre dispuesto es una evidencia.

 “A Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada 50 años”, anunció, sin pestañear, tras frenar una revuelta algodonera -1842- a base de pepinazos y gran número de víctimas. Aquel impulso fue también su final como regente. El general Prim se sublevó en Barcelona, después se sumaron otras ciudades. Disueltas las Cortes, sus propias tropas se pasaron al enemigo, y a Espartero le esperó el exilio en Inglaterra. Él era así, alocado e incluso contradictorio, sin importarle pasar a cuchillo a los a los militares sublevados a modo ejemplarizante.

Su afamada carrera militar le aportó cargos políticos, llegó a ser regente, con su partido -Progresista- enfrentado y un levantamiento -1841- del general O'Donnell de por medio, y es que el XIX

Las contiendas carlistas y su estrategia militar le brindó una gran popularidad entre las clases menos favorecidas. La bravura -1835, batalla de Luchana- con la que se enfrentó a los carlistas, con táctica y aplomo, liberando a Bilbao del cerco al que la habían sometido, le asignó un papel nuevo, el de la política, se lo rifaban progresistas y moderados; al final se decantaría por los primeros. Antes, había formado parte de las insurgencias americanas -Perú- que le sumaron experiencia a una carrera  militar fulgurante.

Tras el exilio inglés en 1848, es restituido en honores, y aunque en un principio se retiró de la vida pública, el Bienio Progresista (1854-1856), lo nombra nuevamente presidente del Consejo de Ministros, e incluso, años después, destronada la reina Isabel II, en 1868, el general Prim y Pascual Madoz le ofrecerían la Corona de España, algo que él rechazaría, era ya un militar anciano. 

 A este personaje esencial del XIX, a su muerte le sobraron homenajes, tantos como atributos a su caballo, así lo representó el escultor Pablo Gibert y Roig en la estatua equestre que desde 1886 figura en el Retiro madrileño, entre Alcalá y O'Donnell; en Logroño, donde había fallecido el mismo escultor -1885- erigiría otra, aquí con el bicornio en la cabeza. En 1991, su localidad natal, Granátula de Calatrava, sumaría otra escultura equestre. Los huevos del caballo, sin ser caricatura, quedarían siempre bien reflejados. Era Espartero, un tipo con argumentos.
 

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