LITERALMENTE

Esposos y hermanos, de Egipto a Grecia

Los faraones del Imperio Nuevo se convencieron de que la sangre real sólo podría transmitirse en la misma familia y así en las dinastías XVIII, XIX y XX fue habitual matrimonios entre hermanos o entre padres e hijas. 

Artemisia de Halicarnaso era hermana de Mausolo, rey de un pequeño estado de raíz helena en lo que es hoy es la costa turca. Artemisia también era reina por el matrimonio con su hermano, a quien veneraba en toda la extensión de la palabra. Como su viuda, además de mantener un luto permanente por su hermano-marido, puso en marcha el proyecto funerario más importante de la historia tras las pirámides de Egipto, el llamado Mausoleo de Halicarnaso, que se mantuvo en pie durante siglos y daría nombre a todos los monumentos fúnebres que vinieron después. Hoy sólo quedan restos de lo que un día fue una de las Siete Maravillas del Mundo. Aunque los griegos consideraban el incesto despreciable, con la extensión de su civilización por el Mediterráneo y la fusión con otras culturas anteriores se acabó imponiendo en ciertas partes, en Asia y Egipto especialmente, donde la endogamia era habitual. Sobre todo en el país del Nilo, aunque no siempre fue así.

Sólo a partir de la creación del Imperio Nuevo, hacia el 1.500 antes de Cristo, se extendió entre los faraones la convicción de que serían reyes, y por tanto dioses vivientes, quienes tuvieran la sangre real pura transmitida por las mujeres a los hombres: el trono estaba en teoría reservado para el Horus vivo, el soberano de las Dos Tierras. Algunas mujeres, como Hatshepshut, lograron convertirse en faraones-mujeres mediante un ardid: haciéndose pasar por hombre, o más exactamente, siendo representada con formas masculinas. Pero la reina-rey Hatshepshut también tuvo que pasar por el incesto y antes se casó con su medio hermano Tutmosis II, que le dio probablemente dos hijas.

La repetición sistemática de tal práctica llevó a la extinción de la familia real, que en tiempos de Tutankhamon había alcanzado un nivel de endogamia inaceptable. Este joven rey se desposó con su media hermana Ankhesenamon, hijos ambos del faraón Akenaton, pero no pudieron tener hijos –nacieron muertos- y con ellos finalizó de hecho la Dinastía XVIII. La sangre había quedado exhausta por la sucesión de emparejamientos entre familiares muy próximos. 

Sería mucho más tarde, en el período último egipcio, con los reyes ptolemaicos (de origen griego), entre el 300 y el año 30 antes de Cristo, cuando se renovaría el pacto familiar, y de forma todavía más terrible al casarse hermanos de padre y madre, conformando un núcleo cerrado donde se acentuaban cada vez más los rasgos, entre ellos la locura. La propia Cleopatra formalizó contratos matrimoniales con dos hermanos e incluso con su hijo, si bien se supone que lo hizo de forma puramente ritual.

Pero se sabe que los anteriores reyes Ptolomeo se lo tomaron muy en serio. Abrió la tradición el segundo de la dinastía, Ptolomeo II Filadelfo, es decir, “el que ama a su hermana”. La amaba de verdad: repudió a su primera esposa, Arsinoe, y se casó con otra Arsinoe, hermana de padre y  madre en un incesto de libro desconocido en el mundo helénico que a partir de entonces fue imitado por los posteriores miembros de la dinastía. 

Los soberanos greco-egipcios decidieron que si los dioses griegos podían –Zeus se casó con su hermana Hera- ellos debían hacerlo. Después de todo eran descendientes de la divinidad…

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