Opinión

Esta no es mi primavera

Porque cuando yo era un niño, mejor dicho, cuando éramos unos niños, no nos podíamos imaginar que la primavera pudiera tener alguna relación con la nostalgia, tristeza, confinamiento, miedo, aislamiento, angustia o muerte. No, la primavera era sinónimo de todo lo contrario; alegría, libertad, excursiones, risas, vacaciones, saludos o abrazos. Por primera vez nos ha tocado la experiencia de vivir sin libertad, con miedo de saludar, de dar los buenos días, de pasear, correr o jugar, ya no digamos, sobre todo si eres viejo, de toser, ni siquiera carraspear. Vamos, que hoy un viejo cabreado, con un estornudo, puede organizar un atraco a un banco tranquilamente, mejor que si llevara una repetidora. 

La historia nos recuerda que la humanidad ha padecido pandemias como esta que estamos sufriendo en esta triste primavera con el maldito coronavirus, incluso peores, diezmando a una gran parte de la población. Ahora entendemos por qué Pilatos se lavaba las manos hace ya tantos años. Los virus ya estaban ahí preparados para entrar en acción en el momento en que la naturaleza lo considerara oportuno. 

o que sí ha cambiado rotundamente, gracias a los avances de la ciencia, es la forma de afrontar estas tragedias, con unos medios impensables en otras épocas, pero con el problema de que los responsables de organizar la guerra contra este virus mortal, no son capaces de distinguir entre lo que hay que hacer para derrotar al virus, con lo que sus asesores les dictan que tienen que hacer para derrotar a sus oponentes políticos, no dudando en tirarse los muertos a la cara si con ello consiguen seguidores. 

 Una desgracia añadida, porque nuestros dirigentes se saben de memoria la vida y milagros de Marx o Engels, de sus proclamas y de sus miserias, de si las víctimas del comunismo fueron más que las de Hitler, que si el cristianismo también se las trae, que si las drogas no se deben prohibir y cosas por el estilo y esto es muy interesante y muy bonito para una conferencia en el Liceo y no me la perdería por nada del mundo el día en que disertaran, por ejemplo; Sánchez Dragó, Pablo Iglesias, Antonio Escohotado, Monedero, Jiménez Los Santos, Pío Moa, César Vidal o parecidos escritores, sabios, “chapalibros”, estudiosos, intelectuales, pero también, y en algunos casos; charlatanes, chalados y sectarios. Ya digo, todos, sin excepción, tienen mucho mérito, han trabajado duro, saben “lo que no está en los escritos”, de acuerdo, y te estarías escuchándolos una tarde entera porque saben mucho, recuerdan todo y la mayoría hasta son simpáticos, pero no se me ocurriría contar con ninguno de ellos para solucionar cualquier problema que me pueda surgir, en ningún sentido.

Si navegas en un barco en medio de una tempestad, lo que quieres es que tu capitán esté bien despierto, en plena forma, no esté bebido ni drogado, tenga experiencia en la navegación y sepa como enfrentar las olas en cada momento de la tormenta y te lleve a buen puerto. Lo mismo diríamos del piloto de tu avión si estás volando sobre el Atlántico, lo que no va a hacer falta, seguro, es que tanto el capitán como el piloto nos den una disertación sobre lo injusto del mercado, la plusvalía o el sexo de los ángeles.

Mientras tanto nos disponemos a seguir encerrados en nuestras casas sin saber hasta cuando, escapando de ese enemigo invisible y juguetón que puede meterse en tu cuerpo sin que te enteres, para que se lo puedas endosar a tu vecino dándole, de paso, los buenos días. Hay que tener muy mala baba y ser muy rebuscado para fabricar un virus tan cachondo como este COVID-19 o como se llame, que puede ir matando a la gente por el mundo mientras nos vamos saludando; hola, hola, cómo estás, hartándose de reír de dirigentes, razas, muros y fronteras.

 Tratamos de amenizar nuestra clausura con mensajes de ánimo de familiares y amigos desde el lugar de confinamiento que les ha tocado, porque esto se parece mucho a cuando en el 36, al personal le tocó en una zona o en la otra de esas dos sempiternas Españas. Hasta para eso hay que tener suerte, porque tengo amigos que me envían fotos desde Matalascañas, Marbella, Playa América, San Juan o Sanxenxo, y, como nos cantaba Juan Manuel Serrat con su “Mediterraneo”: Si te toca llorar, es mejor frente al mar.

De todas formas, aunque sea desde el interior, intentaremos pasar la, ahora sí, casi cuarentena, lo mejor posible, con paciencia y tranquilidad, al tiempo que damos las gracias por seguir respirando, acordándonos de quien, por desgracia, ya no lo puede hacer, esperando que vuelva pronto nuestra ansiada primavera con su querida libertad, sus ruidos, su contaminación, sus abrazos, y sus comidas de los Jueves.

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