Blog | Usos y costumbres del verano

Los famosos

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En verano, el famoso sale de su madriguera televisiva. Se deja ver vestido con ropajes estivales, que a menudo consisten en la ausencia de ropajes. Se alejan de los lugares donde operan durante el año, y se instalan en centros de famoseo internacional, o bien, se mezclan con los que nos son de su especie. Los puedes ver, tal vez los puedas fotografiar y tal vez te puedan romper las costillas sus guardaespaldas para quitarte las fotos.

EL DESCUIDADO

Al Famoso Descuidado (nobilis homespun) lo distinguirás porque veranea en el pueblo e intenta vestirse como un pordiosero. Pantalones rotos, ropa gris, camiseta desgastada, una gorra bien calada y gafas de sol. Durante las vacaciones se lava sólo en el mar y es capaz de comer en cualquier sitio lleno de mugre. Eso le hace “sentir hombre”, rebuzna a menudo.

Pero de pronto, se cansa, acude a los mejores restaurantes de la zona y empiezan los problemas, porque los dueños le reservan “su” mesa, incluso aunque no haya sitio. Entonces le sacan fotos con esas pintas, y alguien las sube a Facebook. Y la prensa rosa se pregunta si su indigencia es fruto de una ruptura sentimental, o si tal vez está en la ruina. Y de esta manera es como las sustitutas de las reinas de la mañana logran subir la audiencia a costa del Famoso Descuidado.

No liga, no hace negocios, no se mezcla con los ricos de la zona, y se siente inquieto en cualquier sitio. Arrastrado por amigos, tal vez salga a tomar una copa, pero en el bar, ataviado como él considera que deben vestirse los agricultores para ir de fiesta, le delatan esas gafitas de espejo naranja sobresaliendo en el bolsillo de su roído chaleco. Por ellas, al poco rato, resulta asediado por un montón de aspirantes a chica del verano. Se agobia, se disculpa, y se marcha, pensando en qué habrá hecho mal, cómo habrán podido descubrirle, mientras se monta en el Ferrari FF que ha dejado aparcado enfrente, en plena huerta.

LA NATURAL

Ella, que es la reina del botox, decide entregarse a la naturalidad. Bien para descansar de la cosmética de todo el año, bien para pasar desapercibida. Baja a primera hora de la mañana, con esas mallas tan horribles por las que el cielo debería estallar de una vez en una gran tormenta de fuego, hasta que no quede ninguna sobre la tierra. Canturrea, pasea por el supermercado del pueblo, y muestra el deterioro de sus encantos con una naturalidad tan poco natural que va provocando desmayos allá donde pisa. Es la Famosa Natural (nobilis implumem), que a menudo se transforma de tal manera después de quitarse todos los millones de artificios con los que sale en las portadas de revistas en invierno, que en vez de ser irreconocible, se vuelve inconcebible. Causa pavor, miedo, caos, y destrucción allá donde pisa.

EL FAMOSO ESFÉRICO

El Famoso Esférico (Celeberrimum CCCLX) lo es en sus 360 grados, durante todo el año. Carece de sexo. Quiero decir que se da en versión macho y hembra. Se presenta en las fiestas impecablemente revestido de su fama, con su elegancia arrolladora, y sin ocultarse a los flashes. Ella, cual princesa oficial del verano, atraviesa las más lujosas discotecas, y cuando bebe un poco más de la cuenta, exclama: “¡oh!, creo que he bebido un poco más de la cuenta”. Y se desmaya muy digna con la copa en la mano. Pero con esa elegancia para desplomarse que sólo tienen algunas celebridades, que se vienen abajo ordenadamente al tiempo que se pliega sobre sí mismo su largo y exquisito vestido.

El Famoso Esférico no se mezcla con el pueblo y busca alimentarse, divertirse y, en época de cría, aparearse, con sus iguales. Se deja ver en lujosos locales de Ibiza y Cannes, y paga la cuenta de las más guapas y miente con elegancia para enamorarlas, como Pierce Brosnan en Remington Steele.

El Famoso Esférico termina el verano agotado de tantas fiestas, y se encierra en casa hasta las galas de Navidad, en las que luce el mismo moreno que el día en que pisó las playas de la Costa Azul por primera vez, siete meses atrás. ¿Quieres saber cuál es su secreto? ¿Para qué, si lo cuentan a diario cada verano todas las revistas?

EL NOBILIS SUPERBI

El Famoso SUCQEH es mi preferido. Su nombre académico es Famoso Sabe Usted Con Quién Está Hablando (nobilis superbi). Alude a su grito de guerra. Lo suelta –al camarero- en chiringuitos cuando le obligan a hacer cola, en el mar cuando le pica una medusa –a la medusa-, y al guardia de tráfico que le pide los papeles por conducir ebrio –a la farola-. Si la autoridad le pide que sople en el alcoholímetro, el nobilis superbi le afea que viniera en su patrulla en dirección contraria. Después insiste en este detalle una y otra vez, antes de acceder muy serio a lo que le piden los agentes. Es entonces cuando sopla con fuerza en el botellín de cerveza, y más tarde intenta pegarle un tiento al alcoholímetro. En casos extremos, se queja al guardia de que no cae nada.

Lo pasa mal cuando se encuentra rodeado de gente que no comparte su elitismo. En una discusión entre barcos –muy común en puertos deportivos-, en algún lugar retirado de la primera línea de lujo, el Famoso SUCQEH tarda segundos en subirse a la proa, inclinar su solemne figura hacia la embarcación enemiga, y espetarle a algún viejo marinero su grito de guerra: “¿Pero sabe usted con quién está hablando?”. A lo que éste responde con serenidad, zanjando la discusión: “Sí, con un idiota que sale en televisión”. Entonces al Famoso SUCQEH se le sube la sangre a los mofletes, bracea como un profesor de Pilates bajo los efectos del cannabis, resbala, se golpea la cabeza con alguna de esas cosas que hay en los yates que están pensadas para desnucarse, y se cae al mar. Lo rescata el viejo marinero.

EL CAMUFLADO

Esta es la especialidad de los grandes actores cuando se enfrentan a sus vacaciones. Enfrentar es el verbo adecuado. Evitan el contacto con los fans camuflándose con ropa extraña, peinados inexplicables, y complementos impensables. Es el Famoso Camuflado (nobilis paulolum). No duda en ponerse una malla en la cabeza, botas militares y un rifle de plástico si es necesario. Y tampoco duda el policía al empujarlo al calabozo mientras el acusado grita desesperadamente “Oiga agente, que yo soy Leonardo DiCaprio”. Y el agente esboza una sonrisa, mueve las manitas muy flamencote, y responde: “Descuide, está usted hablando con Lola Flores”.

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