Opinión

Feijóo no liderará el Partido Popular

Lo de algunos es especular por especular. Lo de otros, una vana esperanza. Lo de los "casadistas", un temor infundado. Alberto Núnez Feijóo nunca liderará el PP. Se trata de una decisión que tiene tomada en firme y desde hace tiempo. No abriga la más mínima intención de presidir el partido creado en 1977 Fraga y refundado en 1989 por Aznar. Pero, ojo, eso no quiere decir que el presidente de la Xunta no aspire a ser algún día en el ámbito nacional lo que ya es en Galicia: la cabeza visible de la derecha moderada, reformadora y autonomista, con raíces en el liberalismo y el centrismo y sin vinculación alguna con el conservadurismo decimonónico, ni mucho menos con el franquismo. Y eso no es lo que representa a día de hoy el actual Partido Popular, porque de representarlo podría aspirar a la primacía electoral en España de la que parece alejarse cada vez más.

Feijóo se apunta a encabezar un "nuevo" PP, el que salga de la segunda refundación, esa que ya nadie duda que más temprano que tarde tendrá que producirse porque no hay otra posibilidad de recomponer la mayoría natural del centro derecha capaz de encarnar la alternativa al bloque de izquierdas que, gracias al apoyo de nacionalistas y separatistas, hoy ostenta, aunque precaria, la hegemonía en la política española. Aunque no sean extrapolables, porque aquello es sitio distinto, los pésimos resultados de Cataluña constituyen el aldabonazo definitivo. Esto no puede esperar. Más allá de los votantes tradicionalmente conservadores, hay poderosos sectores económicos y  mediáticos a los que les ha sonado la alarma.Y reclaman contar con una opción representativa, creíble y sólida, y con un liderazgo solvente, antes de que se inicie, con las autonómicas andaluzas, el nuevo ciclo electoral. Naturalmente todas esas miradas están puestas en Feijóo. 

Está por ver si el propio Casado será capaz de llevar a cabo la inaplazable tarea refundacional. En cualquier caso lo va a intentar, no sólo por considerarlo un reto ineludible de cara al futuro, sino también porque puede ser el único modo de sobrevivir de un equipo, el suyo, que cuenta por derrotas estrepitosas sus citas con las urnas (dado que no puede atribuirse el éxito en Galicia). Es lo que le queda. Y Feijóo no se va a oponer, aunque amague con ello, por que en realidad sería el más beneficiado. Ahora bien, lo que Don Alberto está obligado a exigir es un mínimo de respeto para el pasado del partido, que en parte él también encarna. Ese pasado del que, dice, no hay que renegar, sino asumirlo, puesto que borrarlo es imposible. 

Don Alberto no aterrizará en ningún caso en Génova 13 porque para cuando él decida -si decide- dar el salto a la política nacional, mal que le pese, el Partido Popular probablemente ya se habrá mudado a otra sede. Sea por romper amarras con el pasado o porque no puede permitírselo, a no tardar el PP abondonará el emblemático edificio al que se trasladó en enero de 1983 procedente de la calle Silva, donde había dado sus primeros pasos la Alianza Popular de Fraga. No sólo a Feijóo, también a otros veteranos dirigentes populares les cuesta hacerse a la idea de una nueva mudanza, por lo que tiene de repliegue de un partido en retroceso, pero también y porque en Génova se quedan para siempre el espíritu y sobre todo el despacho que fue de Don Manuel, el padre fundador y refundador, el de las tutelas y tu tías, cuya sombra es casi tan ancha como alargada. Él sí que no se muda.

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