REPORTAJE

Feminismo en Tegucigalpa

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photo_camera Andrea Carballo (derecha) junto a su compañera de máster, también becada, Mariana Fernández.

La ourensana Andrea Carballo es una educadora social que participa, gracias a una beca, en un proyecto de cooperación en la capital de Honduras, donde acompaña a las mujeres que lograron llegar a la universidad en su camino hacia la igualdad de género

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n Honduras, el 80% de la población vive con menos de dos dólares al día. El acceso a la educación como base para salir de la extrema pobreza es un lujo para muchos jóvenes que se siente desde la infancia. Las niñas son las más perjudicadas. "Si la familia tiene tres hijos y dispone de medios para enviar a uno solo al colegio, enviará al varón porque creen que es más productivo. A muchas niñas ni las escolarizan, y a las que sí, cuando cumplen 12 años y sirven para ayudar en casa, las quitan de las escuelas", resume la situación la ourensana Andrea Carballo, educadora social que acaba de llegar a la capital del país, Tegucigalpa, con una beca para desarrollar un proyecto de igualdad de género en diferentes residencias universitarias.

"A través de actividades y dinámicas, trabajamos las emociones. Aquí es muy difícil trabajar la igualdad de género, hay poca conciencia y poca información. Esta generación tiene un porcentaje más alto de mujeres que van a la universidad, pero en la anterior, es nulo", cuenta esta joven, que ha sido becada por el Máster en Políticas Sociales e Intervención Sociocomunitaria de la Universidade da Coruña, en una iniciativa educativa que promueve la asociación ACOES en Honduras.

La rutina del proyecto se resume en "compartir una realidad", muy diferente a lo que la ourensana conocía hasta ahora. "Es una experiencia muy chocante, otro mundo. Yo no había tenido contacto con ningún país latinoamericano", dice.


¿Feminismo?


La línea de actuación de Andrea Carballo–que realiza junto a otra compaña del máster, la terapeuta ocupacional Mariana Fernández–se centra en ayudar a mujeres que ya consiguieron un gran paso en la educación. Comparten hogar con universitarias y alumnas de Bachillerato. A pesar del logro, Carballo relata la "falta de conciencia crítica" de muchas de estas jóvenes. 

"Es verdad que superaron muchas trabas que sus madres y abuelas no lograron. Ya son luchadoras porque, al menos, han alcanzado la universidad. Saben que el hecho de ser mujer las ralentiza, pero no tienen conciencia crítica", explica la ourensana. El ejemplo: "En una de las dinámicas que hicimos, la mayoría no sabían qué es el feminismo. Les sonaba a chino".

Precisamente, el machismo las acompaña en cada parcela de su vida: "Las mujeres, sobre todo en zonas rurales, están vistas como criadoras de hijos y amas de casa. Por la calle, el acoso es brutal: caminan con la cabeza baja y rápido. El machismo está presente en todo", señala Carballo.

Como objetivo final, la educadora social se marca el de "conseguir que cambien un poco la mente. Simplemente compartir lo que sabemos, ya es mucho". 

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