Una feria para olvidar

Uno de los puestos de alimentación en la Praza Irmáns Prieto durante la feria de ayer.
photo_camera Uno de los puestos de alimentación en la Praza Irmáns Prieto durante la feria de ayer.
Carballiño celebró su primera feria del año con unos pocos puestos de alimentación, agrarios y con las pulpeiras. Los vendedores echaron en falta a los vecinos de la comarca y las bajas temperaturas no ayudaron a comer en las terrazas.

Desoladora imagen ofrecía ayer la primera feria quincenal  de este nuevo año en Carballiño. A las bajas temperaturas se sumaba la ausencia de los puestos de venta de textil, calzado y otros productos habituales y, lo que es peor, se echó mucho en falta a los vecinos de los concellos limítrofes especialmente a los procedentes de la comarca de Carballiño.

Las últimas restricciones sanitarias impiden el desplazamiento de residentes en otros municipios cercanos hasta la villa cabecera de comarca y eso está influyendo de manera muy negativa en la economía del comercio y hostelería, entre otros sectores afectados, y también se ha notado en la feria.

Las autoridades locales mantienen su decisión inicial de reducir al mínimo este mercado cuando la curva de contagios está en ascenso. Este Concello ha sido de los últimos en autorizar las ferias y, tras suspenderlas en varias ocasiones, en estos momentos ha decidido limitar los puestos a la venta de productos agrícolas y de alimentación, con el consiguiente malestar que ha generado entre las asociaciones de vendedores ambulantes de toda Galicia y especialmente de la provincia de Ourense, que son los más numerosos.

Así, en varias ocasiones manifestaron su malestar públicamente, al mismo tiempo que ponían como modelo la feria de Ribadavia, cuyas autoridades han sabido resolver el problema de espacio trasladando los puestos a una zona más amplia.

En Carballiño, los responsables municipales afirman que su sistema ha dado buenos resultados, así que lo mantienen y, por ello, calles como la Avenida del Balneario o espacios como la Praza Maior o la Praza Irmáns Prieto, habitualmente con un buen número de puestos de oferta variada, estaban ayer prácticamente vacíos y muy lejos del bullicio de público al que estamos acostumbrados.

"Non sei se nos merece moito a pena vir", apuntaba una pulpeira, porque "quen vai comer hoxe co frío que fai nunha terraza?". Si en algo compensó la ausencia de los vecinos del entorno y las bajas temperaturas fue la venta para llevar a casa, explicaba. Aún así, ellas acudieron a la cita, "con moita menos xente ca feira pasada, que desde a pandemia xa ningunha é boa", indicaba otra. Tampoco faltaron otros vendedores habituales como el puesto de carne de cerdo curada procedente de Lalín o el de bacalao salado o el de los quesos. aunque muchos menos fueron los de plantas y hortalizas.

Si la hostelería y el comercio defienden las ferias, en unos difíciles momentos económicos, entre los vecinos hay disparidad de opiniones, entre los que consideran que es una medida más para frenar los contagios y aquellos que opinan que la venta al aire libre es segura, siempre que vendedores y clientes se comporten con responsabilidad. Claro que todos hablan mucho de responsabilidad pero sin ver que la propia conducta, en ocasiones, también deja mucho que desear.

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