ARQUITECTURA

La fragancia modernista de Gulías

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photo_camera El de la Casa Taboada es un ejemplo icónico de la ciudad. Motivos decorativos del interior del portal en “art nouveau” y desde la terraza, la visión de la calle Juan XXIII es única.

Este edificio centenario se ha convertido en un icono de la ciudad. Es el eco modernista de Daniel Vázquez Gulías y de una época, el de la burguesía incipiente que quiso dejar presencia. La falta de uso y abandono lo ponen en peligro.

Se respiraban aires de cambio. El dinero en manos de una incipiente burguesía que comerciaba al por mayor medraba y con ello las ganas de dejar presencia en el urbanismo de la ciudad. Al calor de la nueva vía Vigo-Villacastín (1861-1863), Ourense se llenó de almacenes y comercios, se finiquitó su pasado de ciudad medieval parapetada puertas hacia dentro y se pensó en el futuro. Atrás, el pasado higienista alrededor del saneamiento, para seguir modelos europeos de parques y jardines, con hitos escultóricos subidos a pedestal. La modernidad había llegado para quedarse, en forma de edificaciones de bellas balconadas, galerías en madera y fachadas en granito tallado; todo al paso de las calles y grupos de manzanas que se iban generando. 

La arquitectura fue cosa de tres nombres, José Antonio Queralt, Antonio Crespo y Daniel Vázquez Gulías; a este último, arquitecto municipal y también episcopal, se le deben algunas de las más singulares edificaciones que aún -por suerte- persisten, incluso la visión que conservamos de los entornos como la Alameda, parque de la música incluida, o la visión del conjunto de la plaza de Santa Eufemia son herencia suya.

“Chega cunha formación arquitectónica moi sólida, con estudos en París, Madrid e Berlín; incluso viviu en Viena, onde a influencia da Secesión quedou moi marcada”, comenta Elvira Carregado, arquitecta municipal y defensora de muchas de sus obras. 


Tradición y modernidad


20190414154857668_resultSobre la cabeza de Gulías, quien llegó a Ourense en 1897, nada más concluir la carrera, pululaban muchos idearios, y todos supo circunscribirlos al denominado eclecticismo constructivo, donde la tradición se conjuga con las nuevas corrientes. Pero sin una parte contratante el urbanismo no medra. Por imitación, aquella burguesía incipiente y corta en número, pero adinerada, pretendía que su situación quedara reflejada sobre el terreno, incluso en San Francisco, donde muchos de ellos mandaron construir sus mausoleos, a imagen y semejanza, muchos por propio Gulías. 

En 1918, Alejandro Anta Novoa, obtiene licencia para construir un edificio entre medianeras en el número 121 de la calle Progreso. “Gulías-apunta Carregado- plantea una fachada modernista, el elemento principal es la galería, en readaptación al lenguaje tradicional, prolongando esta en toda la fachada”. La vivienda era un encargo, como muchas de entonces en la calle Progreso, bajo comercial y dos plantas de viviendas. El hecho de que allí se instalara una farmacia, aportaría el sobrenombre al edificio tal como hoy la conocemos de Casa Taboada. El modelo es de concepción casi gaudiniana. una estructura ondulante que golpea la visión y casi la mente, como en una ensoñación. Toda la estructura de madera, las balconadas de hierro, cada cual diferente; los elementos decorativos se agitan y modulan entre ellos. Quizás, por las circunstancias constructivas, un edificio muy estrecho entre otras edificaciones, el efecto modernista se limita a lo ornamental. Hay muestras inapelables de “art nouveau” en el portal, donde figura un mosaico en forma de zócalo decorado con plantas acuáticas, raíces entrelazadas y tallos en paralelo. 

El edificio no deja indiferente a nadie, merced a esa fachada de ensoñación y una galería que impresiona. Sin ser en el estilo constructivo de Gulías, el que podemos degustar a lo largo de la ciudad. sí se ha convertido en un icono. “Un edificio representativo de una época, un arquitecto y una ciudad", apunta Elvira. Con un siglo a sus espaldas, la edificación ha sufrido ampliaciónes en su parte trasera, como muchas edificaciones antiguas de la calle Progreso. También el abandono, por falta de uso, que lo deterioran a toda prisa. Las edificaciones en su conjunto han medrado demasiado, y el singular edificio ha quedado encorsetado, tampoco la disposición de la isleta ajardinada del entorno lo favorece. Recientemente se ha valorado el considerarlo BIC, aunque la protección -según la arquitecta- es ya "altísima”. A lo largo de estos años se ha presentado algún que otro proyecto de reforma que de llevarse a cabo, lo hubieran desvirtuado en demasía. También se ha valorado una posible expropiación, que al calor de la nueva Ley de Rehabilitación Urbana, será una oportunidad para salvaguardarlo, y así apuntalar el sueño más modernista de Gulías. Que así sea.

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