Opinión

Francisco Ropero

Al petirrojo le caracteriza su bonita corbata de colores rojizos y su delicado canto, que atrae a cualquier amante de las aves. Se desplaza del norte de Europa al centro de Asia y posteriormente al Magreb, siempre en busca del calor. También le encontramos en las islas canarias y británicas. A diferencia de otros pájaros, el petirrojo tiene un comportamiento menos desconfiado con el ser humano.

Quizás es por este motivo que esté representado en diferentes épocas, ya sea en la mitología vikinga, la Edad Media francesa o durante el Imperio Romano. A diferencia de otros pájaros, no solamente canta a primera hora de la mañana y al atardecer, también le gusta, sorprendiendo en el silencio de la oscuridad, cantar hasta bien entrada la noche. 

Al ourensano Francisco Ropero (Paco Paco), como al petirrojo, le gustó desde siempre la música y la noche. En 1963, como tantos jóvenes, emigra a Francia en busca de mejores perspectivas laborales. Allí hace sus primeros pinitos, pero como el petirrojo, vuelve al calor de Málaga, donde formará parte de varios conjuntos en los que toca la batería y ocasionalmente canta, entre ellos, con Los Íberos que daban sus primeros pasos.

En 1969 forma el grupo-orquesta 7. En dicha formación coincide con Linda, una cantante belga y el gran amor de su vida. Un tanto hartos de la vida nómada de músicos de galas y hoteles, deciden en 1971 marcharse a Bélgica, concretamente a Amberes, donde abren un local llamado La Taberna Flamenca.

Paradójicamente, será allí, retirado del ajetreo de fiestas verbeneras, donde va a iniciar verdaderamente su carrera. Muchas noches actúa en plan amateur para amigos y colegas, cantando rumbas y presentando canciones propias, sin otro aliciente que el de amenizar las veladas en su establecimiento. En seguida esas actuaciones llaman la atención del sello alemán Bellaphon, que le comercializa en Europa. Su “Taka takata” se convierte en un hit en varios países centroeuropeos.

El disco es publicado en España por Movieplay y es una de las canciones del verano de 1973. Otros artistas españoles (Marián Conde, La Pandilla) y extranjeros (Ray Conniff, Joe Dassin) hacen sus propias versiones. Tras el enorme bombazo de Paco Paco, recibe discos de oro en Holanda y Francia. En 1976, en plena Transición, grabará “Oye, tú, que vamos a votar”, una parodia que estuvo prohibida en España, dijeron que por tomarse a chirigota la democracia.

Al año siguiente regresa para establecerse en Málaga, para seguir grabando algunos memorables cachondeos rumberos con títulos tan explícitos como: “Si ves a un marciano… dale”, “A rumba da gaita”, etc.

A Francisco Ropero le recuerdo desde niño como un tipo muy especial, larguirucho, un tanto desgarbado y de apariencia indolente. Su campo de acción eran las calles de Reza y San Miguel, siempre muy sonriente y alegre. Su mirada picaresca y de ojos muy entornados trasmitía mucha acción y ganas de vivir la juerga.

A mí me recordaba a la película “El guateque” de Peter Sellers, cuando un día es escogido como protagonista de una antigua película, con tan mala suerte que en el descanso destroza sin querer el decorado y es despedido, pero, por error, es invitado a una fiesta donde por su intrepidez sale triunfante de un montón de situaciones disparatadas.

Aunque esporádicamente ha seguido ligado a la música (tienen dos hijos que son unos fenómenos), Francisco Ropero se dedica a los negocios en Málaga, pero igual que el petirrojo no olvida su Ourense, no pierde la ocasión de contarnos sus increíbles chistes y con sus minis- maracas o lo que sea, entonar canciones con los amigos de siempre, Paquiño, Daniel, Celso, Curro, Miguel y todos los de Fontevella, que le vimos crecer como profesional y grandísima persona. “Tun tacatún tun tun, como le gusta el verano...”

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