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Funeral por las víctimas de la gripe en Ribadavia

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photo_camera El funeral por los fallecidos fue oficiado en San Francisco.
En 1919 Ribadavia fue terriblemente castigada por la epidemia de la gripe

En Ribadavia, la población más terriblemente castigada en los meses postreros del año último por el azote duro de la gripe, acaba de celebrar hoy, 16, solemnísima función fúnebre en sufragio de las infortunadas víctimas del contagio, en la iglesia conventual de San Francisco, cuyo amplio templo, severamente enlutado con fúnebres coronas y crespones, bajo la dirección artístitca del padre Valente, resultaba estrecho para contener el concurso.

Al frente del mismo figuraban, formando el duelo, las autoridades civiles... Diputados provinciales, juez municipal, alcalde y Ayuntamiento. Había, además comisiones de los Hermanos Maristas, Religiosas del Asilo, prensa local, Terciarios, Antonianos, etc.

Asistieron igualmente los alumnos del Colegio de los Maristas y los niños y niñas de las escuelas.

Entre el clero que acompañó en el acto a la comunidad franciscana hemos visto al párroco de la Oliveira y su coadjutor, a los párrocos de San Cristóbal, San Payo y San Esteban, y a don José de Castro, sacerdote portugués que reside en esta.

Celebró la Misa solemne e primero de los aquí mencionados, en calidad de párroco y sacerdote más antiguo de la población. La parte musical, toda ella a tres voces, honra sobremanera al nutrido Coro Antoniano, encargado de su ejecución, que fue brillantísima, bajo la dirección magistral de su director, el padre Pereiro.

El superior de los franciscanos, en el sermón de ánimas pronunciado al final, dirigió una conmovedora peroración a los fieles, recordándoles los días luctuosos de la gripe y exortándoles a no abandonar en sus oraciones a los que fueron víctimas de sus estragos. 

Efusiva enhorabuena merecen las directivas de la Tercera Orden y de la Juventud Antoniana, por la iniciativa, organización y éxito de esta función que han costeado gustosos, en sufragio de sus infelices vecinos difuntos, y la merece también el entusiasta señor Chao por haber facilitado gratuitamente, de los depósitos de su funeraria, todo cuanto se ha necesitado para la decoración y realce del templo franciscano. 

(1919)

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