Opinión

Fútbol y salsa rosa

El zasca de Robert Moreno a Luis Enrique, sucesor y sucedido, sucedido y sucesor, como entrenador de la selección española de fútbol, ocupa lugares de privilegio en los medios: "Si yo no hubiera seguido, ahora él no sería ahora el seleccionador". Claro, si Moreno también hubiera renunciado "irrevocablemente", como hizo el asturiano en junio 2019, la Federación habría fichado a otro entrenador, pero no con carácter interino, como sí fue en el caso del segundo de Luis Enrique. O sea, que le estuvo calentando la silla. Y el pago recibido es una acusación de deslealtad. De ello se dolió públicamente Moreno en la tarde del jueves: "Ha dicho cosas que no merezco". Fue una comparecencia sin preguntas. "Por no incurrir en reproches", vino a decir. Excusa vacía, por supuesto, cuando los reproches de ida y vuelta han sido la materia prima del culebrón. Eso es lo reprochable en ambos, si hacemos el sano ejercicio de distanciarnos del conflicto entre dos viejos amigos. Creo que incluso es obsceno tanto eco público de un conflicto privado.

Robert Moreno y Luis Enrique no tienen ningún derecho a recostarse en los ciudadanos en general y en los aficionados al fútbol en particular, para ventilar unos problemas personales que solo a ellos conciernen y nada tienen que ver con la naturaleza pública de sus quehaceres profesionales. Si la selección española de fútbol empobrece su rendimiento o empeora sus resultados por culpa de un problema personal, procede cambiar de entrenador. Sin dar cuartos al pregonero respecto al factor humano. El ejemplo lo tenemos en el propio paso atrás de Luis Enrique, afectivamente roto por la pérdida de un ser querido. Tomó las riendas su segundo, no se frenó la buena marcha del equipo y los medios guardaron un respetuoso silencio sobre ese problema personal que conocían. También ahora se podían haber ahorrado los protagonistas del culebrón la exposición pública de su choque de egos. Y los medios de comunicación hubieran respetado su privacidad. De no haber sido, insisto, por el propio empeño de ambos en sacar sus trapos sucios a la calle. Así las cosas, los medios no han tenido más remedio que tomar partido en un asunto de salsa rosa, ajeno a la información deportiva.

En estos casos el resorte argumental es el de la "credibilidad". Entre los opinadores del mundo deportivo esa batalla parece inclinarse a favor de Moreno y su negación de las acusaciones de "desleal" que le ha dedicado la contraparte del culebrón. Lo cual no le ha impedido mostrarse agradecido a Luis Enrique, a cuya sombra ha crecido como entrenador y de quien dice haber aprendido mucho durante los nueve años en los que trabajaron juntos.

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