Opinión

¿Hay iberdrolas insolidarias en todas partes?

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La responsabilidad social corporativa (RSC) –llamada también responsabilidad social empresarial (RSE) o inversión socialmente responsable–, suele definirse como la contribución activa y voluntaria al mejoramiento social, económico y ambiental por parte de las empresas, generalmente con el objetivo de mejorar su propia situación y la de su entorno. Las interpretaciones más progresistas de la RSC hacen referencia a que una compañía es socialmente responsable cuando en su proceso de toma de decisiones valora el impacto de sus actuaciones en los trabajadores y en sus familias, en sus asentamientos y en el medio ambiente, de modo que pueda incorporar sus intereses en sus procesos y resultados.

A estos principios generales, de por sí elementales en las sociedades democráticas avanzadas, se suma un compromiso reforzado por parte de las empresas cuando éstas causan problemas de contaminación o alteran el medio natural, como sucede en la provincia de Ourense con Iberdrola.

¿Hay iberdrolas insolidarias en todas partes? En una interpretación generosa, digamos que Repsol en A Coruña, Ence en Pontevedra, Alcoa en Lugo e Iberdrola en Ourense tienen más de una deuda pendiente con la sociedad. De hecho, si empresas como Iberdrola asumieran su compromiso social con provincias como la de Ourense, donde se amamantan a diario, todos saldríamos ganando. Incluso sus accionistas a largo plazo. De entrada, ellos ya llevan ganando muchos años, ya que en la cuenca del río Sil hay unas cuarenta centrales hidroeléctricas con una potencia instalada que supera con creces los 1.500 megavatios, de las cuales casi la mitad están gestionadas por Iberdrola. Y lo que puede venir si algún día, tras las ampliaciones de dos de sus presas, Santo Estevo y San Pedro, se retoma el proyecto Santa Cristina, con un potencial de producción energética similar al de una central nuclear.

¿Acaso los políticos no se ocupan de estas cosas? Depende. Hay políticos, como pasa en Euskadi, capaces de meter en cintura a empresas contaminantes como Repsol, y hay políticos, como sucede en otras partes, que se dan la mano con el poder económico a cambio de pequeñas limosnas o prebendas personales. Basta ver lo que pasa en Galicia con las empresas más contaminantes o aquellas otras que más daño han hecho al medio natural para constatar las diferencias con las políticas de responsabilidad social corporativa de esas mismas empresas en otras comunidades, de manera singular en el País Vasco, donde no solo se vuelven generosas sino que andan siempre con mucho cuidado.

Todos sabemos que, históricamente, multinacionales exquisitas en el entorno de sus sedes sociales desplegaron en África o en América Latina políticas propias de la barbarie. Dentro de España no se ha llegado tan lejos –salvo quizás en la postguerra–, pero tampoco se han hecho las cosas bien y de manera proporcional, sin que a Galicia te tocase precisamente la mejor parte.

Empresas como Iberdrola seguramente saldrían ganando más de lo que racanean en Ourense si hicieran una reflexión bien sencilla: imaginar cómo serían las cosas si su sede central estuviera en Ourense y sus accionistas fuesen ourensanos. Y lo mismo cabría aplicarle a Repsol por su refinería de A Coruña, a Alcoa por su inmensa planta de alúmina-aluminio de A Mariña o a Ence por su fábrica de la ría de Pontevedra. Las propias familias de sus accionistas y ejecutivos les afearían ciertos comportamientos. ¿O no?

@J_L_Gomez

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