Cartas al director

La importancia de la vida interior

Este confinamiento está siendo especialmente duro para aquellos cuya felicidad, cuya autoestima, cuya razón de ser e, incluso, cuya identidad, dependen de mostrarse su vida maravillosa a los demás. Lo que viene siendo el presumir de toda la vida, pero que ahora los que nos dedicamos a analizar las personalidades -y miserias- humanas, hemos decidido conceptualizar.

Para el narcisista, estar en soledad le resulta insoportable e inconcebible, porque significa que no recibe ningún tipo de input sobre lo “bien” que lo hace todo, lo “maravillosa” que es su vida y sus “obras”, quién es, cómo comportarse, o hacia dónde dirigir sus metas.

En soledad, el narcisista se ve en la obligación de enfrentarse a sí mismo: a sus miedos, a sus limitaciones y a sus carencias; ya no puede ser la máscara que muestra a la sociedad. No soporta estar cara a cara ante sí mismo, porque está vacío, y porque lo poco que hay en su interior no suele ser reconfortante, ya que no cumple las expectativas de su delirio de superioridad, además de encontrarse allí dentro con mucho odio y hostilidad.

En soledad, el narcisista se desinfla como un globo, porque sin toda la parafernalia del espectáculo, los filtros de Instagram, los likes y, sobre todo, el mostrar al mundo hasta el más mínimo detalle de la “maravillosidad” de sí mismo y de su vida, sobreviene la normalidad. Y para alguien vacío y sin personalidad, eso, como decía el coronel Kurtz, es “el horror que nadie ha sido capaz de contemplar”.