Opinión

Increíble olvido

Entre las muchas noticias de verdadero escándalo que nos llegan a través de los medios de comunicación, nos llega una triste desde Madrid. Increíble que sucedan casos como estos entre los humanos. Parece ser que con motivo del covid-19, entre los fallecidos en la capital de España más de cincuenta cadáveres nadie los ha recogido y las autoridades tienen que enterrarlos porque ningún familiar se ha personado a recogerlos. ¿Es posible esto? Nunca pude imaginar que la falta de humanidad llegue a estos insospechados límites. En el fondo, una muestra más de la sociedad del tener. 

Siguiendo esta filosofía sin corazón, se comprende la opinión tan desafortunada que afirmaba que es un bien que mueran los ancianos porque estorban a la economía porque solo cobran y su trabajo es nulo. Pero incluso así estamos en total desacuerdo, porque en la vida humana hay muchas clases de trabajos al margen del material. Un trabajo que produce muchísimo más para la sociedad. En primer lugar somos lo que somos gracias a nuestros mayores, pero su presencia incluso en la ancianidad es una muestra de ese afecto, cariño y ternura que son impagables. Los abuelos son el punto de unión que aglutina a la familia.

Lo hemos oído mil veces y es muy cierto. Cuando desaparecen los mayores, el nido familiar desaparece, el punto de encuentro es casi nulo. La casa de los padres es ese lugar al que, aunque sea desde muy lejos, acuden los hijos mientras ellos viven. Desaparecen esas reuniones familiares y en suma la familia sufre durísimo golpe. Con el fallecimiento de estos puntos de referencia y con las posteriores particiones de herencia, menudean los líos, las divisiones y hay muchos hermanos que después nunca vuelven al nido ni a reunirse. Es la realidad de muchos casos que todos conocemos. Por eso su inestimable valor. Y esto requiere un reconocimiento en esos momentos críticos. Con la pandemia hemos contemplado casos muy sangrantes como este que comentamos de Madrid. ¡Ya nadie se acuerda de llevarles a su terreno destino! 

Que tenga que encargarse una institución que ni les conoce de darles sepultura es sumamente triste. Durante estos meses hemos visto desoladores entierros y esa soledad clamorosa que les ha acompañado a la sepultura. Y más aún, ha habido casos en los que quince días después de muertos le llevan las cenizas a casa de los familiares. Algo muy triste y una de las más tristes consecuencias de esta situación que estamos viviendo.

En una sociedad muy materialista que prima el tener y la producción. Se olvida de la dimensión espiritual que es mucho más fuerte que cualquier capitalismo. Y todo esto se va contagiando poco a poco en toda la sociedad. Apenas conocemos a los que moran a nuestro lado. Subimos en el ascensor sin apenas hablar, nos cruzamos en la calle como autómatas. Así nos está luciendo el pelo… A veces teniendo más sensibilidad hacia el perro que nos hemos traído a casa al que mimamos, alimentamos e incluso lo sacamos a pasear.

Olvidamos que somos mucho más que un animal. Tenemos un alma, un espíritu que es imposible enterrar. Sigue siendo cierto que los muertos nunca mueren del todo mientras vivan en el corazón de los vivos. ¿Tenemos esto presente? Si lo olvidamos, lo ocurrido en Madrid es una consecuencia tristemente lógica.

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