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Islas Atlánticas, el viaje a la Galicia insular y casi salvaje

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photo_camera Una playa de las Islas Cíes.

Hace poco más de diez mil años se podía llegar a pie a cualquiera de ellas. Las rías de Arousa, Pontevedra y Vigo no eran tales, sino los valles de los ríos Ulla, Lérez y Verdugo y las islas eran extremos montañosos en su borde

El parque nacional de las Islas Atlánticas se ha convertido en el segundo destino de Galicia con más visitas, después de la Catedral de Santiago. Cada año embarcan alrededor de trescientas mil personas rumbo a las Islas Cíes que ha añadido a sus cualidades como reserva natural su carácter de destino de turismo astronómico y científico gracias a las certificaciones Starlight y el sello Observer. Sus playas de arena inmaculada atraen a viajeros de todo el mundo que luego habrán de enfrentarse al baño en unas aguas tan cristalinas como gélidas.

Ons y Onza en la Ría de Pontevedra y Sálvora y Cortegada en la de Arousa, comparten con las Cíes el régimen de protección ambiental de parque nacional. En todas ellas existen opciones para visitarlas y recorrer su territorio insular y en el caso de Ons y Cíes, incluso pernoctar en sus camping.

La relación con la costa está asegurada, desde los puertos de Vigo, Cangas y Baiona para Cíes y Bueu, Sanxenxo y Portonovo para Ons.  Existen opciones de excursiones chárter a Sálvora y Cortegada, que no cuentan con línea regular. La web del parque informa de las navieras que realizan tales servicios así como de las condiciones en las que se puede realizar el desembarco en dichas islas.

Además de las compañías que realizan estos servicios, es posible el acceso al parque en embarcación propia, previo permiso de navegación, que se gestiona en la web del parque y de fondeo o atraque según sea el caso. No está permitido el desembarco en todas las islas. Por ejemplo, en los archipiélagos de Ons, Sálvora y Cortegada, únicamente en las islas principales de los mismos.
Pero el recorrido por las islas de nuestro litoral va más allá de estos pequeños archipiélagos. Toralla, San Simón, Tambo, A Toxa y la Illa de Arousa también merecen una excursión y así comprobar que no todas las islas han seguido el mismo camino. 

Toralla tiene una superficie de 4,5 hectáreas. Perteneció al Marqués de Valladares y, posteriormente a Martín de Echegaray, un emigrante que regresó con fortuna de su aventura indiana. Sus herederos la vendieron en la década de 1960, dando origen a la urbanización que la ocupa actualmente, organizada en torno a una torre con 135 viviendas y 35 viviendas unifamiliares repartidas en otras tantas parcelas. Aunque en origen sus propietarios lucharon por el carácter privado de la isla, especialmente al construir el puente que la une con el continente, existe una zona de dominio público que permite el acceso a las dos playas de este pequeño rincón insular, separado de la costa por menos de quinientos metros.

San Simón es un conjunto de islas de las que la que le da nombre es la más grande y está unida con la de San Antón, por un pequeño puente. Se encuentra a un paso de la playa de Cesantes y pertenece, geográficamente, al municipio de Redondela. Es de titularidad pública y a lo largo de la historia ha tenido numerosos usos, como centro monástico, lazareto… el más dramático fue el que vivió durante y después de la guerra civil, convirtiéndose en un campo de concentración hasta su cierre en 1943.

Al final de la década de 1990 fue recuperada para uso cultural, estrenándose en este fin, con los actos del Día das Letras Galegas de mayo de 1998, dedicado a los poetas medievales de la Ría de Vigo. Desde entonces ha acogido festivales, congresos y actividades turísticas y culturales.
Tambo, se encuentra frente a Marín, aunque pertenece geográficamente al término municipal de Poio. Polvorín y base de operaciones de la Armada durante décadas, fue desmilitarizada en 2002 aunque el traspaso del Ministerio de Defensa a la Xunta sigue un tortuoso proceso que la mantiene en un limbo por el cual el acceso a la misma resulta complejo. 

A Toxa fue una isla abandonada hasta que se descubrieron las fuentes termales clorurado sódicas en la primera mitad del siglo XIX. La construcción del puente con O Grove y el Gran Hotel, a principios del siglo XX, comenzaron a cambiar la fisonomía de la isla. Casino, hoteles, talaso, balnearios, campo de golf… es la isla con más vocación turística de todas las gallegas.

La Illa de Arousa es un caso singular dentro del catálogo de las islas de las Rías Bajas. Siempre contó con población propia dedicada a las actividades pesqueras y sus industrias derivadas. En 1985 se inauguró el puente de 2 kilómetros que la une con la costa y comenzó así un mayor desarrollo urbano de la que entonces era parroquia del término municipal de Vilanova de Arousa, del que se emancipó en 1997, convirtiéndose en el único municipio insular de Galicia. En A Illa conviven la población tradicional, que sigue dependiendo fundamentalmente del mar en su faceta económica, y la turística, cuyo desarrollo se ha hecho más notable gracias al puente.   
 

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