Opinión

José Benito Sieiro: corazón y humildad

Nunca le pagaré suficientemente a mi buen amigo José Benito Sieiro (Lebosende, 29-9-1936) el favor que me hizo llevándome materialmente al Seminario Mayor acabado mi bachiller en Salesianos. Él fue, nada más ordenado sacerdote, el 17 de diciembre de 1960, coadjutor de mi inolvidable y querida parroquia de A Ponte durante seis años siendo párroco D. Jesús Pousa. Allí le conocí y pusimos los cimientos de una amistad duradera.

Todo su sacerdocio ha sido y es una entrega callada y humilde a la Iglesia en lugares bien diferentes. De A Ponte fue a Ribadavia en una etapa breve pero muy difícil. Después de 1969 a 1991 estuvo de párroco en Santa Comba de Bande. Y, con gran acierto, el obispo Monseñor Diéguez lo nombró párroco de O Carballiño hasta ahora que le llega el momento de su merecida jubilación.

Sieiro es una persona sin enemigos, servicial siempre y con un corazón inmenso acompañado siempre por su inseparable y encantadora hermana. Por los lugares que pasó fue dejando un reguero de amigos que nunca le olvidan. Recuerdo muy bien a mi tía que siempre se acordaba de él como un punto de referencia. En las parroquias por las que pasó siempre dejó su sello imborrable.

Puede jubilarse tranquilo en la certeza de que se cumple en él perfectamente la célebre frase que personalmente le repetí cuando me enteré de su jubilación. “Fidem servabit et cursum consumavit”. Tengo muy claro que en su jubilación ahora en Vigo seguirá prestando el servicio a la fe que siempre fue su característica.

Comenzó su sacerdocio en épocas muy complicadas y difíciles acabado el Concilio Vaticano II. Él, como pocos entonces, supo asumir y trató de llevar a la práctica los nuevos aires de la Iglesia que emanaban de la asamblea conciliar aún cuando a lo mejor a algunos les costaba entender. Siempre con la mente abierta cercano y sobre todo muy cercano a los pobres y necesitados. Ese es José Benito Sieiro.

Incluso sufrió avatares como la muerte repentina de un vicario parroquial y él mantuvo incólume su fe.

Cuantos tenemos la dicha de gozar de su amistad, con un inigualable vino como el de su pueblo natal, brindamos con alegría por todos sus impagables servicios a la comunidad que le tocó guiar y a las que siempre trató de imprimirles la ilusión y el compromiso.

Gracias, muchas gracias Sieiro. Dejas una zona en la que tengo mis raíces maternas y que con la categoría que siempre ha tenido y tiene Carballiño, te recordarán con cariño eternamente.

Y deja Carballiño a la vez, lamentablemente, que las Hermanitas de los Ancianos Desamparados del Asilo Hermanos Prieto. Tras 120 años de servicio a la ancianidad sobre todo de la zona, se van con el agradecimiento también de la Villa del Arenteiro.

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