Opinión

La estrategia de la tensión

No cabe duda de que los gestos de Pedro Sánchez, tratando de destensar la relación entre los gobiernos español y catalán, están teniendo un efecto diametralmente opuesto al supuestamente deseado. Porque con ellos se está poniendo en evidencia que el soberanismo, lejos de valorarlos y aceptarlos, los repudia, porque necesita mantenerse en el territorio del agravio, la confrontación y el victimismo.

Al independentismo de Torra-Puigdemont no le queda otra; solo gritar y tensionar. Y eso es lo que está haciendo.

Su única posibilidad, y para ella mantiene esa estrategia, es conseguir que el porcentaje de seguidores aumente hasta lograr superar el 50%, poniendo así al Estado en una situación mucho más complicada.

Por su lado, frente al griterío y la tensión, Pedro Sánchez y su Gobierno juegan, lógicamente, la estrategia contraria: mantener la calma y mostrarse ante los catalanes, ante los españoles, ante Europa y ante el mundo, como un Gobierno dialogante, pero dentro de los límites que marca la Constitución y la Justicia.

Tanto el Partido Popular como Ciudadanos son conscientes de por dónde van los tiros y no pueden permitir que la jugada le salga bien al Gobierno, porque eso asentaría a los socialistas en el terreno de la consolidación y los acercaría al de la victoria en unas próximas elecciones. Por lo que no les queda otra que descalificar a Pedro Sánchez, acusándole de debilidad y de pactismo con quienes le auparon al poder y a los que hoy paga ese apoyo.

La respuesta del PP, vociferada como acostumbra por el ínclito Rafael Hernando, no podía ser otra. Pero de Ciudadanos sí podía esperarse una respuesta más inteligente que la de la pura y simple descalificación. Ello solo se justifica por la evidencia de las grandes expectativas electorales que despertó en toda España su posición extrema frente al independentismo. Y la estrategia socialista, de resultar exitosa, podría lesionar seriamente esas expectativas.

El éxito de Pedro Sánchez, con su estrategia de distensión, depende de lograr exactamente todo lo contrario de lo que buscan los soberanistas, más concretamente el tándem Torra- Puigdemont: convencer a los catalanes más tibios -soberanistamente hablando- y a los independentistas sobrevenidos, del camino a ninguna parte al que le están llevando estos líderes.

La última de Torra, reafirmándose en la declaración unilateral de independencia, es el culmen de su estrategia ante la próxima reunión en Moncloa. Y ante esa nueva provocación solo cabía una respuesta: recurrirla ante el Tribunal Constitucional.

Diálogo, sí, pero dentro de la ley.

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