Opinión

La gota

Un abstemio convencido, una vez superado el estado guadianesco, se pasa el resto de sus días celebrando que las cogorzas pasadas no hayan provocado consecuencias irreparables. Ya se ha contado en este folio que el alcohol no es culpable, pero siempre está de testigo cuando se alcanza un punto en el que no hay remedio. Es fácil criticar la borrachera ajena y disculpar el pedo propio. Hasta resulta humanamente comprensible, pero tenemos un problema de mucha graduación. 

 La Guardia Cilvil investiga a una vecina de Cangas al ser pillada el pasado jueves pimplando con su hija de 14 años y una colega también adolescente. Alguien alertó a los beneméritos de que en un garito en el que se estaba celebrando una fiesta mexicana se estaba sirviendo alcohol a menores y ahora la madre y el propietario del local se enfrentan a un puro considerable, sobre todo porque la rapaza acabó en el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo con síntomas de un posible coma etílico. A ella se le acusa de  abandono familiar, a él puede caerle una sanción entre los 3.000 y los 15.000 euros. 

Podemos santiaguarnos y mostrar gesto de sorpresa, que a veces cuesta diferenciar del careto de cinismo, pero que levante la copa el que nunca haya invitado a los chavales a mojar los labios, o disculpado por haberlo hecho, durante una celebración.

Precisamente ese mismo día, aunque en la Costa da Morte, un colega de la infancia preguntó al chófer de anécdotas el secreto para cumplir años sin sumar kilos. Cuando escuchó que no hay más truco que caminar una hora al día y no probar ni gota del alcohol no le gustó demasiado la receta: "Entonces casi merece la pena lucir algún kilo de más".

No hay reproche porque nos han enseñado a que el alcohol forma parte de nuestra dieta. Da igual que unas 1.500 personas sean atendidas al año por alcoholismo en Galicia, según datos del Plan Nacional sobre Drogas. Tampoco importa que en el mismo tiempo unas 400 personas acaben en urgencias por una cogorza terrible como la chavala de Cangas o que casi 2.000 muertes se puedan imputar al consumo de bebidas alcohólicas. Claro que después de visitar a un familiar en una residencia de ancianos también piensas que en algunos casos sería mejor haber vivido hasta la última gota.

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