Opinión

La guerra de los lazos

El Defensor del Pueblo ha dado la razón a Ciudadanos y se ha dirigido a la Generalitat instando a que se quiten los lazos amarillos de los espacios públicos.

Francisco Fernández Marugán recuerda algo que es obvio: el espacio público es eso, público, o sea común y no puede estar instrumentalizado al servicio de ninguna opción política.

Pero la realidad es que la colocación de lazos amarillos en los espacios públicos son un síntoma de la situación que se vive en Cataluña.

Lo que empezó siendo un conflicto de elites, de políticos, ahora se ha convertido en un conflicto social donde ciudadanos se enfrentan a otros ciudadanos.

Así que colocar lazos amarillos no es un gesto ni ingenuo ni lúdico, sino que se trata de reafirmar que el espacio público, es decir Cataluña, pertenece a quienes son independentistas. De ahí que estemos asistiendo a una escalada de agresiones verbales y físicas contra todo aquel que se atreve a discrepar de la opción independentista. De manera que por más que se intente rebajar la importancia de lo que esta acaeciendo, como intenta el PSC, la realidad es que una parte de los que profesan la opción independentista están actuando no solo de manera poco democrática sino que sus actitudes y palabras son claramente xenófobos.

O sea que el problema es lo suficientemente grave para que se afronte desde luego con serenidad y sentido común pero sin intentar rebajar su importancia.

Por decirlo claramente: el Gobierno no puede dejar desamparados a tantos y tantos miles de personas que han nacido o viven en Cataluña y que no solo no son independentistas sino que no conciben una Cataluña al margen de España.

Estas personas lo están pasando mal, y quienes les acosan lo que buscan es su desestimiento. Es decir, que se callen y bajen la cabeza aceptando la realidad política dictada por los líderes del independentismo. Otra opción es que hagan las maletas y se marchen. Eso ya ocurrió años atrás en el País Vasco, donde muchos ciudadanos decidieron calladamente marcharse o bien porque se jugaban la vida o porque ya no soportaban más seguir viviendo en una sociedad amenazada por ETA.

Lo que me sorprende es el empeño de tantos socialistas por intentar minimizar la grave situación que se vive en Cataluña. Y me parece casi un insulto a la inteligencia que miren hacia otro lado ante el despropósito que supone que desde el ayuntamiento de Vic a través de altavoces de arengue a la gente recordándole que no hay más objetivo que la independencia.

Desde su llegada a la Moncloa, Pedro Sánchez ha dado muestras sobradas de que su primera opción es la del dialogo y es un firme defensor de resolver desde la política el problema catalán. Tanto que el lunes hacía unas declaraciones en la cadena SER afirmando que la resolución del problema pasa porque los catalanes vayan a las urnas a votar un nuevo Estatuto puesto que el actual no lo votaron ya que fue enmendado por el Tribunal Constitucional.

Confieso que di un respingo cuando le escuche hacer tal afirmación. Es responsabilidad del Tribunal Constitucional velar porque las leyes se atengan al espíritu y la letra de la Constitución y si no es así declararlas inconstitucional. Fueron pocos, muy pocos los artículos enmendados, pero en cualquier caso en un Estado de Derecho no se puede poner en solfa al Tribunal Constitucional, sino que todos los ciudadanos deben de acatar sus resoluciones gusten o no.

En todo caso Sánchez ya ha dejado claro que su hoja de ruta es un nuevo Estatuto, pero sus interlocutores catalanes no solo no están siendo capaces de apreciar y coger el guante del dialogo del Presidente sino que parecen empeñados en colocar a Cataluña y al resto de España en una situación imposible de todo o nada. Solo de chantaje y desafío se pueden considerar las declaraciones de Joaquim Torra anunciando que no respetaran la sentencia del Tribunal Supremo si son condenados los líderes independentistas que conculcaron la legalidad.

Lo que los líderes independentistas no podrán reprochar a Sánchez es que no está poniendo todo de su parte para que a través del diálogo se restañen heridas.

Por otra parte, insisto, el Presidente tiene que hacer notar a los ciudadanos que respetan y cumplen la Constitución, que no están solos y que el Gobierno hará precisamente eso, respetar v y hacer cumplir la Constitución también en Cataluña.

Pero dos no se entienden si uno no quiere, y cada día que pasa es más evidente que los líderes independentistas continúan instalados en un chantaje intolerable al Estado.

¡Ah! y sería imperdonable que tanto PP como Ciudadanos no respalden sin fisuras al Gobierno en este envite pero también que Pedro Sánchez no haga respetar la Constitución hasta sus últimas consecuencias.

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