Opinión

La Nasa catalana

Acabo de saber que la Generalitat de Cataluña ha lanzado al espacio un nanosatélite incrustado en el equipo técnico enviado al cosmos por el cohete de procedencia rusa Soyuz 2 que se lanzó ayer desde el cosmódromo de Baikonur, una instalación perdida entre Astana y el mar de Aral en Kazajistán. Se llama “Enxaneta”, tiene como objetivo mejorar la conectividad de Cataluña especialmente destinado a la tecnología 5G, y forma parte del programa aeroespacial auspiciado por la Generalitat a través del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya, quien ha licitado el contrato a favor de la compañía Open Cosmos Sateliot también de Cataluña naturalmente. Ayer, los grandes cerebros responsables de este magno proyecto, el conceller de Políticas Digitals, Jordi Puigneró, el director del Institut d’Estudis Espacials, Ignasi Ribas, el director de Sateliot, Jaume Sanpera, y el director del Observatori Asatronomic del Montsec situado en Sant Esteve  de la Sarga provincia de Lleida cuyo nombre ha sido obviado por los cronistas afines a saber por qué –igual no es suficientemente adicto a la causa, falla en los cromosomas patrios, es socio del Español o se expresa en castellano y se le ha borrado de los fastos por alguno de estos motivos- se dieron cita en el auditorio de la Caixa para seguir expectantes por las pantallas colocadas al efecto y desde primera hora de la mañana, este magno acontecimiento.

La historia del “Exaneta” concita en sí misma todos los tópicos y lugares comunes que caracterizan al palurdismo catalanista, y acredita la disparatada deriva doctrinaria y triunfalista que ha puesto de relieve la Generalitat de unos años a esta parte. Poco importa que las empresas se marchen de Cataluña a toda prisa, poco importa que zonas enteras de Barcelona como el famoso Example se caigan a pedazos, poco importa que Cataluña haya cedido su antiguo papel de líder económico y financiero del país y hoy coquetee con la recesión y la ruina, si hay páginas triunfalistas y épicas capaces de combatir con hazañas idealizadas o directamente ficticias los desaguisados de años de cruzada independentista. Lo que no dicen las crónicas es cuánto le ha costado a la Generalitat esta mamarrachada. Eso se obvia y no se pregunta. Y eso que ese dinero es de todos. España nos roba. 

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