REPORTAJE

La nueva vida de Martiño

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photo_camera Los usuarios de la Residencia San Martiño comparten su tiempo libre con el perro.

Los usuarios de la Residencia San Martiño comparten su tiempo libre con el perro. 

Hace unos meses que la asociación Proanimales Verín denunciaba en sus redes el estado en el que habían encontrado a Gus, un perro abandonado tras un atropello que casi le cuesta la vida.

Pero Gus pasó por la mesa de operaciones y sobrevivió, haciendo acopio de energías bajo los cuidados de Proanimales. Y ahora, como si de magia se tratase, el can se ha convertido en Martiño, el rey de la residencia San Martiño de la Fundación San Rosendo de A Mezquita. Para los usuarios, es uno más. Desde que se despiertan por la mañana, Martiño pasea por el lugar y saluda con tranquilidad a cada uno de los presentes.

Al principio no fue tan fácil, porque el perro arrastraba miedos de su abandono anterior.Pero poco a poco, al ver que lo único que recibía de sus nuevos dueños eran cuidados y ternura, se hizo a su nuevo hogar. Algo que se puede observar en el ritmo pausado y relajado de Martiño cuando saluda a las visitas. Su carácter pacífico se adapta a la perfección al ambiente sosegado de la residencia.

Basta con observar cómo interacciona con los mayores para darse cuenta de que ha hecho buenas migas con todos. "La verdad es que aquí todos lo queremos mucho", asegura Ana Silva Ibáñez, la directora, mientras sonríe y acaricia al pequeño compañero canino. Y él, como respuesta, disfruta del cariño y se tumba en el suelo.

Una terapia muy beneficiosa

Si bien Martiño llegó como una mascota, el efecto positivo que provocó entre los usuarios se hizo tan evidente que desde la dirección Ana Silva quiso ir un paso más allá. Así, comenzó a formarse en terapia asistida con animales para personas mayores, y descubrió hasta qué punto Martiño puede ayudar a los mayores de la residencia.

"En breves implantaremos la iniciativa aquí, tenemos muchas ganas de hacer ejercicios y ver cómo responden los usuarios", explica Silva.

Por el momento, Martiño ha sido capaz de sacarle palabras a los más tímidos, que explican cómo echaban de menos la presencia de un animal en sus vidas. "Es increíble el efecto que provoca. Antes, muchos señores estaban en silencio durante horas, aunque estuviesen sentados al lado y pudiesen hablar. Y ahora, si está el perrito cerca, se convierte en la excusa perfecta para hablar de sus animales o de momentos pasados", afirma Silva.

En la sala donde realizan actividades y socializan, Martiño es uno más. Pasea entre unos y otros, recibe caricias y palabras de afecto, se tumba y observa a sus compañeros.

"Agradécese ter a un cadeliño por aquí, eu estiven sempre rodeada de animais e era algo que botaba en falta", comenta Isilda dos Anjos. "É unha alegría que sempre esté con nós, que forme parte dos nosos días", añade emocionada.

Alguno de los mayores con problemas cognitivos no lo explica, pero no hace falta al ver su cara de felicidad al abrazar al perro, que se muestra tranquilo y confiado.

Otros, como Luisa Silva, comenta que el carácter de Martiño es sorprendente: "É moi tranquiliño, non ladra, non se molesta coa xente, non se alborota. Mira o ben que está aí, cos demais, da gusto".

El día a día

Cuando hace buen tiempo, los usuarios pasean a Martiño en los alrededores de la residencia, donde todos disfrutan del aire fresco y de la tranquilidad de A Mezquita. Si llueve o el frío aprieta, los paseos se trasladan a los amplios pasillos de la entrada, donde los mayores se sientan en los sillones mientras el perro los acompaña. Ninguno se imagina ya una rutina sin él, aunque no todos lo llamen por su nombre de pila. "A min gústame chamalo Rubio, pero el enténdeme igual", comenta riéndose Carmen Vieira, otra usuaria. "Da moita alegría un animal así para un lugar con xente maior. A nós cambiounos a vida dende que está por aquí, e xa non queremos que marche". 

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