Opinión

Lutero y su reforma: un centenario

En Alemania se celebra por todo lo alto el quiniento aniversario del luteranismo (1517-2017). El monje agustino Lutero dejó clavadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus famosas noventa y cinco tesis que dieron pie a una gran marea bíblica y social. Ocasionaron sangre, terror y fuego. Y pese al gran celo de Lutero, el nuevo orden religioso se desdobló en anglicanos, calvinistas, evangelistas, metodistas, adventistas, a espaldas de la Contrarreforma y del Vaticano. Aquel 31 de octubre de 1517, Lutero convulsionó el Occidente cristiano: protestantes frente a católicos. Sus consecuencias se extendieron al ámbito político, económico, artístico y social; a formas de ser y de creer.

El impulso que generó la Reforma, y su contrarréplica, la Contrarreforma, cuyo hito fue el Concilio de Trento, se ha leído de forma conjunta y de variadas maneras. Se describe como un hecho típico del Renacimiento, acompasado por un deseo de renovación del humanismo (la vuelta a los clásicos griegos y latinos), búsqueda de las raíces, lectura primigenia de las fuentes del cristianismo. Dio pie a un nuevo resurgir de clases sociales, a un incipiente capitalismo, a un afán de progreso y de actividad mercantil. La ciudad de Florencia, situada en el centro de la Toscana, fue un study case en los albores del siglo XV y XVI. La potente familia de banqueros, los Medici, impulsando artes y letras, y promulgaron la institución de grandes fundaciones religiosas.

La Reforma impulsó el cultivo y desarrollo de una piedad interior e individual. Se enfrentó al dogmatismo irracional, escolástico, y a un catolicismo que desde Roma, y al frente de Alejandro VI, lo definen las alianzas de poder, el nepotismo y la conquista militar y económica. La Reforma obliga a establecer múltiples matices y sesgadas diferencias entre los pequeños estados en que estaba fraccionado el centro de Europa (Alemania e Italia). A veces se imponía la intransigencia. Se frenó el individualismo; se instalaron credos o creencias (al frente Calvino y Philipp Melachthon), y se imponían alianzas entre altar (Iglesia) y trono (Estado).

La Reforma no solo concernía a tesis teológicas: infalibilidad del Papa, libre albedrío, sacramentos, representación iconográfica de figuras religiosas. Tuvo más recorrido. Configuró el alemán como lengua, sus modos de pensar, su idiosincrasia y modus vivendi. Progreso y libertad de acción. Y pese a los múltiples encuentros bélicos, y la sangre derramada (Guerra de los Treinta Años), con la unificación de Alemania en el siglo XIX, el luteranismo se afincó como el vencedor cultural del país. De la mano el sentimiento de una identidad (Deutschland) y una creencia (Lutherland). Lo típicamente protestante se percibe hoy día como típicamente alemán. La salvación del cristiano se logra viviendo la palabra evangélica de Jesús. La garantiza su conducta. La ostentación, el boato, la presunción, reprimen el ascetismo básico: el examen interior de conciencia. Se aboga por la severidad, el decoro, la frugalidad. Modestia en las formas de vestir: Angela Merkel. Se frunce el ceño ante la exhibición sensual, el sentimentalismo de las lágrimas, la exhibición, un tanto paganizante, primitiva. Y si bien John Calvino y Huldrych Zwingli veían en la música una forma de tentación sensual, para Lutero era un arma divinamente inspirada contra las tetras del demonio. Música en la casa y en la iglesia. Alemania es el país con el mayor número de orquestas. Los conciertos se escuchan con reverencia y atención.

Alemania es, después de Estados Unidos, el gran consumidor de libros. Ya Lutero, a partir de su traducción de la Biblia al alemán, alentaba a que hombres y mujeres, ricos y pobres, leyeran la Biblia. Estimuló el manejo y uso del libro y la lectura asidua (bookish). Varía el uso del dinero entre luteranos y católicos. Para estos, es un valor para gastar; para los luteranos el ahorro es un imperativo moral. Ya Max Weber, en su monografía sobre la ética protestante (1904), teniendo en mente el movimiento calvinista y el puritano de Norteamérica, realzó la habilidad de obtener riqueza como un signo de predestinación divina, de salvación. Por el contrario, para Lutero los cristianos debían ser solidarios con su comunidad. El trabajo (Beruf) era una forma de llamada a lo divino. Y la distribución de la riqueza una práctica edificante. En el socialismo luterano se halla, de acuerdo con Gerhard Wagner, la fundación de los estados del bien estar, escandinavos y alemanes. Se impone el orden y los principios éticos reconocidos. Y en el arte de reciclar, escrupulosa separación de los cristales por su color. A tener en cuenta.

(Parada de Sil)

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