Opinión

En manos del enemigo

A 24 horas del mes de julio los clubes de la LEB Oro no saben ni cómo será su liga, ni cuándo empezarán a jugar ni a qué tienen que agarrarse para organizar la temporada más complicada e imprevisible de su historia.

En medio de la incertidumbre que conlleva la situación sanitaria, los responsables de la competición se han encerrado en su burbuja imaginaria y han dejado a merced de los rumores y los miedos a sus equipos. La Federación Española de Baloncesto (FEB) lleva años alejada de la realidad de su competición más importante, pero este verano amenaza con superarse. Una actitud caprichosa y absurda que deja en un muy mal lugar a directivos que antes fueron jugadores/as sobresalientes.

Los equipos se han dado cuenta de que son ellos los verdaderos protagonistas de una estructura que empieza a acaba en los jugadores y entrenadores y no en las corbatas de los que solo visitan los palcos cuando hay un título en juego.

La ceguera de la FEB la lleva a amenazar con mantener los costes de temporadas anteriores aún sabiendo que los equipos tendrán que apretarse el cinturón. Un egoísmo inaceptable. Una liga (como todas) amenazada de tener que jugar sin o con menos público una parte o toda la temporada y que, de motu proprio de sus dirigentes no libera los derechos televisivos para que los aficionados puedan seguirla. Una competición que ve como otros deportes y otras ligas anuncian "rebajas" y ayudas a sus equipos mientras aquí ni contestan al teléfono.

No se podía esperar mucho de unos directivos que tardaron en suspender la liga cuando ya no se podía jugar, que no quisieron ni supieron hacer jugar cuando ya se podía y que ahora parecen hacer todo lo posible para que los clubes lleguen incluso a pensarse si igual es mejor no volver a jugar. No es triste, es penoso.

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