OURENSE NO TEMPO

Masacre en el convento

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photo_camera Ilustración de la plaza del Corregidor años 70 (modiicada del MER).

Llegaron los frailes menores a esta nuestra ciudad mediado el siglo XIII y, según cuentan las crónicas, al poco tiempo ya gozaban de gran simpatía por parte del pueblo llano (no en vano al entrar en la orden los novicios tenían obligación de deshacerse de todos sus bienes y repartirlos entre los pobres).

 

Se dice que durante un periodo cercano a los doce años residieron en una vivienda provisional cedida por los Temes, sita en Corredía, o Corredoira, luego Barrio Novo y hoy San Domingos o Santo Domingo (que de todas esas maneras se conoció esa rúa), para después, gracias a la donación del obispo Juan Díaz de Solís, trasladarse con intenciones definitivas a una vivienda existente en la que hoy conocemos como plaza del Corregidor. Estábamos en el año de 1238.

No caigáis en la tentación de asumir que el colegio de las Carmelitas haya sido el convento franciscano, porque sería del todo erróneo, el único nexo que tienen en común ambos conventos es el de haber sido en algún momento propiedad de la familia Temes. En la imagen de abajo tenéis perfectamente identificado el antiguo convento. Señalados con los números 1, 2 y 3 están respectivamente marcados la casa del Deán, la del Corregidor y el Deanato. Según los datos conocidos, en un principio estas tres edificaciones formaban lo que fue primer convento de la orden tercera.

Después de unos años de asiento, consta que en 1252 se comienza a proyectar la iglesia y que en el 1255 había comenzado la construcción.

Pero vayamos a los datos que nos hacen incluir esta historia dentro de la crónica negra de Auria. Y para ello nadie mejor que Don Manuel Martínez Sueiro (juez, historiador, escritor y colaborador de la Comisión Provincial de Monumentos…), quien en sus Fueros Municipales de Orense (BCPM 1910-13), nos cuenta con todo lujo de detalles los acontecimientos.

Siglo XIII, corrían los primeros años de la década de los 90 (aprox. 1293-94. Las fechas son siempre motivo de discusión, y en esta ocasión no iba a ser diferente. En varios textos se apunta como día de los hechos el 24 de noviembre de 1280) y en la ciudad se vivían continuos altercados entre las fuerzas de la ciudad y las huestes del obispo Pedro Yáñez de Novoa (1286-1308), de la casa de Maceda. El obispo, en 1289, decide prohibir el culto y enterramientos a la comunidad franciscana, con el lógico y enérgico rechazo de estos y gran parte de la sociedad ourensana.

En ese ambiente de enfrentamientos sucede que en uno de ellos encuentra la muerte un sobrino del obispo, ocurriendo lo siguiente según palabras de Martínez Sueiro:

A vengar tal agravio corrieron buen golpe de clérigos y legos armados, marchando en persecución de los matadores; pero a estos faltóles tiempo para buscar asilo en el convento de Franciscanos, recientemente fundado á espaldas de la Catedral de San Martín, en la hoy llamada plaza del Corregidor.

Los hijos de San Francisco, gentes reclutadas en nuestro propio pueblo y testigos no indiferentes de estas luchas de emancipación /…/ , no podían cerrar sus puertas a la clemencia de que habían menester los perseguidos /…/. Y en ese momento la ceguera del Prelado empujóle por la vía mas corta, consintiendo, si no ordenando, que los suyos incendiasen el convento y pasasen a cuchillo a los refugiados, no sin derramar la generosa sangre de alguno de aquellos Menores, que así recibieron el bautismo cruento en nuestra ciudad.

… un tal Gómez alcaide de las fortalezas obispales, seguido de otros hombres de armas, gente de recia y sanguinaria condición, tras de prender fuego por distintos costados a la Iglesia y convento, y de quemar la techumbre de la sacristía para mejor asegurar su presa, fracturaron las puertas y, como caníbales sedientos de sangre, dieron miserable caza, en la iglesia, en el claustro y en las buhardillas, a diez ciudadanos inermes que rindieron allí su vida inhumanamente , siendo sus cuerpos trucidados sin piedad, dos de ellos, ante el mismo altar mayor consagrado, y enarbolando, otro, una venerable imagen del Cristo Crucificado en inútil demanda de perdón; y añadiendo a la ferocidad toda ignominia, robaron alhajas de la iglesia, libros, ornamentos, objetos en depósito, cuanto hallaron a mano y llevarónse parte del sacrílego botín al palacio del de Noboa para que la complicidad de este quedara bien evidenciada.

Por si esto hubiera sido poco delito, al ir a demandar justicia al prelado, cuatro franciscanos, fueron nuevamente heridos y amenazados.

Esto que aconteció, fue objeto de castigo por la autoridad papal, y si bien al obispo y su familia le afectó al prestigio y la cartera (tuvieron que construir el nuevo convento que hoy conocemos), nada comparable con la pérdida de la vida del resto de implicados…

Ocurrido ese episodio, la comunidad se desplazó a la villa de Allariz, donde residió mientras se efectuaban las obras del nuevo convento en la ladera del Monte Alegre, allí gozarían “de los mejores ayres con dilatada y alegre vista”. Con el tiempo, los franciscanos “ya desamortizados” se trasladarían a la zona del Seminario donde tuvieron Colegio e Iglesia, para actualmente residir en San Lázaro.

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