NUTRICIÓN

Mejorar el apetito en el tratamiento oncológico

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Con frecuencia la terapia médica de la enfermedad afecta las ganas de comer, para enfrentar esta situación acercamos algunos consejos para obtener la energía y los nutrientes necesarios. 

La falta de apetito, que generalmente se describe como una situación en la que se reduce el deseo por comer, afecta a muchas personas durante la terapia oncológica. Este síntoma relacionado con el cáncer puede ser causado por los efectos secundarios del tratamiento o por la propia enfermedad. 
Los distintos tratamientos oncológicos (quimioterapia, radioterapia, cirugía, terapia biológica) pueden causar una notable pérdida del apetito, provocada en gran parte por sus efectos secundarios como la anemia, los vómitos y náuseas, el dolor, la fatiga, los trastornos del sueño y los frecuentes cambios de humor. 

En esta circunstancia es más que probable que la alimentación resulte incompleta y no se incorporen todos los nutrientes necesarios que acompañen la recuperación. Incluso, a veces, se necesitan más nutrientes de lo habitual debido a la propia incapacidad del cuerpo en ese momento para procesarlos.

Este hecho hace que la atención nutricional sea cada vez más importante y se busque el mayor esfuerzo (posible) en mantener un consumo constante de calorías, proteínas y líquidos durante el tratamiento. Este objetivo requiere, además de nutrientes esenciales, un diseño de las comidas y meriendas mucho más cuidadosa, especialmente en el aspecto sensorial, puesto que la forma, presentación, aromas y colores logrará en gran medida que una persona que no tiene ganas de comer, finalmente coma lo que necesita. 

Hay que considerar que en ciertos casos, puede que el objetivo nutricional no sea seguir pautas alimentarias específicas (dieta baja en grasa o baja en sal), generalmente conviene restar presión y no forzar a comer determinados alimentos.

Otros consejos que pueden ayudar en esta estrategia y en la que animo a muchos pacientes, familiares y cuidadores son: 

1.- Comer cantidades pequeñas y frecuentes. Mejor adaptar los horarios a los momentos del día en los que mejor sienta comer. Debido a que la sensación de saciedad durante el tratamiento aparece antes, resulta mucho más fácil y apetecible comer raciones pequeñas y reducir la cantidad de líquidos en medio de las comidas. Algunas buenas elecciones como bebidas son: zumos de frutas, batidos con cereales, leches fermentadas azucaradas.

2.- Mantener meriendas a mano para comerlas en los momentos en que más apetezca. Son buenos ejemplos yogures con fruta deshidratada, helados de leche, frutas frescas cortadas o en almíbar, cuajada con miel, compota de manzana con copos de avena, natilla con frutos secos, tostadas, tortitas con mermelada o miel, batidos de vainilla y chocolate. 3.- Comer un pincho antes de acostarte. Elegir entre una tortilla de maíz con queso y nueces o una tostada

con humus, puede ser una buena opción. No es bueno inquietarse demasiado porque algunos de estos tentempiés tengan un alto contenido en grasa. Al recuperar el apetito, podremos enfocarnos en opciones con menos calorías.

4.- Evitar los alimentos o preparaciones que generen olores molestos que puedan provocar náuseas. 

5.- Probar alimentos fríos. Minibocadillos fríos o ensaladas (ensalada de pasta, de atún, pollo, pavo) son buenas alternativas.

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