reportaje

La memoria del éxodo limiano

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photo_camera Manuela Folgoso, Rosalía Santana, Carmen Muñoz, Servando Opazo y Manuela López atienden a Mercedes Díaz. (MIGUEL ÁNGEL)

Elena Casado y Mercedes Díaz, encargada y animadora, respectivamente, de la Residencia Santa Mariña de Xinzo, abren las puertas de este espacio para descubrir algunas de las historias mejor guardadas de la emigración

La falta de oportunidades laborales y la baja productividad del campo a mediados de la década de los 50 motivó a miles de gallegos a emigrar. No ajena a la tendencia de la época, A Limia notó, especialmente, el éxodo rural. Su juventud de por aquel entonces se vio obligada a cargar los bártulos y emprender un nuevo camino en aras de luchar por un futuro más próspero. Muchos de aquellos "mozos", incluso, tuvieron que dejar a sus pequeños en compañía de los abuelos. Los destinos más frecuentes fueron Alemania, Venezuela o incluso la República Oriental de Uruguay. 

Hoy, décadas más tarde, aquellos jóvenes aventureros son entrañables abuelos que comparten historias y batallas. Algunas de ellas se pueden conocer tras los muros de la Residencia Santa Mariña de Xinzo de la Fundación San Rosendo, en la que conviven 52 usuarios, una gran mayoría emigrantes que han regresado a su Limia natal para vivir su "segunda juventud": aquella que se perdieron por encontrarse trabajando duramente. En este sentido, los responsables del centro promueven, habitualmente, charlas alrededor de sus experiencias laborales en otros países, enmarcadas dentro del Proyecto Experiencia Activa. Se trata de una iniciativa de la Fundación San Rosendo en la que se busca que los mayores envejezcan con una buena salud mental y emocional. 

Se acerca la hora de la merienda y Manuela Folgoso, Rosalía Santana, Mari Carmen Muñoz, Manuela López, Servando Opazo, Serafín Marra, Manuel y Teresa Ojea comparten unos minutos de tertulia. Algunos son recién llegados, como es el caso de Servando, quien regresó de Uruguay hace apenas siete años, otras, como Mari Carmen, son veteranas en el grupo. Rosalía, por su parte, tiene, como Alejandro Sanz, "el corazón partío" entre Galicia y Cataluña, la tierra a la que se fue a vivir tras regresar de Alemania. Manuela sufre al escuchar las noticias que ponen de manifiesto la difícil situación que atraviesa Venezuela, a donde emigró con su hermana antes de cumplir los 20 años y en donde nacieron sus dos hijas. 

"Yo trabajé siempre en el campo, hasta que emigré", recuerda Manuela Folgoso, al tiempo que presume de tener pocas arrugas: "El aire de A Limia es bueno", dice entre risas. Esta vecina de Cortegada de Limia vivió la emigración por partida doble, pues en una ocasión viajó hasta Venezuela y, en la otra, a Alemania. Tiene buenos recuerdos: "Los alemanes eran algo más calladitos, pero eran buena gente. En Venezuela recuerdo mucha alegría, ¡y mucho calor!". 

Rosalía, natural de Santa Ana, en Sandiás, no puede ocultar, con 77 años, su mezcla de acentos. Vivió un año en Alemania para después pasar gran parte de su vida en Cataluña. Se enfada cuando se habla mal de sus antiguos paisanos: "No me gusta cuando dicen cosas en la televisión de que son muy cerrados, eso no es así. El idioma se aprende fácil, si pones interés, claro", asevera. La nonagenaria Mari Carmen pasó parte de su juventud en Frankfurt: "Aquí no había más salida que el campo y no daba para vivir". También la limiana Manuela López hizo lo mismo en 1957. Poco después, y por poderes, se casó con su marido, con el objetivo de que éste pudiese viajar a Venezuela. 

La vida de Serafín Marra, antiguo danzante de Lamas, distó mucho de la de sus compañeros, pues siempre trabajó en la construcción en Xinzo. Manuel y Teresa Ojea, por su parte, viven sus más de seis décadas de amor en la residencia:"Honradez, y fidelidad" son, según Manuel, las cualidades que debe aportar cada miembro de una pareja para que dure.

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