"Al meterte en el mundo de las drogas estás siempre solo"

photo_camera La cárcel de Pereiro de Aguiar // Foto: Xesús Fariñas
Reclusos del centro penitenciario de Pereiro de Aguiar intentan rehabilitarse con la ayuda de Cruz Roja

Cruz Roja lleva a cabo en el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar un programa de intervención con personas drogodependientes que cuenta con la financiación del Ministerio de Sanidad y el Plan Nacional  sobre el Sida.

José Luis G.S. (nombre ficticio), cumpliendo condena pero ya en tercer grado penitenciario, es uno de los usuarios del programa. Subraya que "me sirve de mucho como apoyo. Al meterte en el mundo de las drogas estás siempre solo, marginado del mundo y la sociedad. No quieres estar con nadie. Pero encontré a quien contarle mis problemas, y son un apoyo psicológico importante".

Para mejorar su situación, añade, "tengo que luchar todos los días, tirar siempre para adelante porque no hay nada asegurado y pasas por momentos mejores y peores. En prisión, a raíz de mis problemas con las drogas, vinieron de Cruz Roja con sus terapias, y fue apoyándome en ellos como fui entrando en razón y abriendo los ojos. Te dejan desahogarte y te intentan escuchar". 

OLVIDADOS POR LA SOCIEDADSarai Gomez Molina_resultado

La psicóloga Sarai Gómez, responsable provincial de Salud y Socorros en la ONG, recuerda que "los reclusos llevan desde otoño sin visitas familiares, porque cualquiera que entra al centro puede ponerles en riesgo al convivir muchas personas en un espacio reducido".

Gómez considera que "con todo el tema del confinamiento, tenemos que reflexionar y ponernos en el lugar de los que están en un centro penitenciario. Mi sensación es la de que están olvidados por la sociedad. Si ya lo pasamos mal nosotros con todos los recursos que tenemos, deberíamos pensar en las personas privadas de libertad". 

Los reclusos no solo se quedaron sin visitas que no fueran telemáticas. También en el programa de intervención de la Cruz Roja tuvieron que cambiar horarios y reducir tanto el número de sesiones como la participación de los voluntarios, dejándose de realizar talleres y actividades deportivas que se llevaban a cabo con anterioridad "ya que estar privado de libertad tiene muchas consecuencias y también un gran impacto para el cuerpo", explica Gómez.

Añade la psicóloga que "el programa se basa en intervenciones largas, porque es lo necesario. El consumo, en muchos casos, es síntoma de problemas en muchas áreas, como la laboral o familiar". Su plan de trabajo incluye también reuniones terapéuticas en las que los reclusos cuentan en profundidad cómo se sienten, lo cual se complementa con intervenciones individuales. 

PERFILES

Los usuarios pueden dividirse en dos grupos, señala Gómez: "Por un lado, personas con una larga trayectoria delictiva o de consumo, y muchas entradas y salidas del centro, que tienen ya entre los 40 y los 50 años, sufren enfermedades derivadas como VIH o Hepatitis y ya no cuentan con red de apoyo por edad o descuido de las relaciones sociales. Por otro, personas de entre 25 y 35 años con un consumo muy autodestructivo y condenas muy largas, de una década, porque son chicos que en momentos de descontrol cometieron un gran número de delitos". 

Gómez recuerda que "una persona que llega al centro penitenciario ha pasado ciertos límites: en el cuidado de la salud, las relaciones, el cumplimiento de las normas... Por ello, a veces cuesta integrar normas de participación, porque las ven como inútiles hasta que entienden los motivos". Y es muy común en ellos vivir en soledad: "Muchas veces nos encontramos con que entran a prisión sin conservar más relaciones sociales que las vinculadas al consumo".

Sobre la situación actual, la trabajadora de Cruz Roja advierte que "en un momento de crisis se genera mucho malestar en la población, y cuando hay malestar aumenta el consumo de drogas, como se ha visto a lo largo de la historia, ya que se termina usando como vía de salida a los problemas". 

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CONTROLAR LA FRUSTRACIÓN

La psicóloga Erika Medina trabaja en el programa como voluntaria desde hace más de un año. La labor de Erika en el centro le ha servido para "entender un poco a las personas que atendemos, ayudarles a controlar su frustración e impulsividad y enseñarles una mejor resolución de problemas". Medina reconoce que para ella "es una satisfacción cuando piden ayuda o te agradecen, y ves que a la siguiente sesión ya acuden más animados". 

Erika y el resto de voluntarios intentan ayudar a los reclusos "a ver las cosas con perspectiva". Además, colaboran con quienes están cerca de salir en libertad "para que encuentren herramientas con las que ser independientes". Reconoce que "es difícil asumir que las cosas son diferentes a cuando entraron en la cárcel, a veces incluso ha fallecido un familiar. Debemos aportarles recursos para afrontar cualquier situación sin desanimarse", subraya. 

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