Opinión

¿Olimpiadas en Barcelona?

En estos días se conmemora el veinticinco aniversario de los Juegos Olímpicos que tuvieron lugar en Barcelona y la pregunta que cabe hacerse es bastante obvia: ¿sería posible un cuarto de siglo después unas Olimpiadas en la capital de Cataluña? La respuesta también es evidente: no parece que ni el Comité Olímpico Internacional, ni los diversos actores internacionales y nacionales que influyen a la hora de tomar una decisión del calibre de designar sede de los Juegos Olímpicos, apostaran en el momento actual por Barcelona, capital de una Comunidad Autónoma donde la inestabilidad institucional, social y económica ha pasado a sustituir a esa imagen de sociedad moderna y abierta al progreso que hace veinticinco años tenía Barcelona. 

Un "logro" que deberían apuntarse todos aquellos que llevan cinco años impulsando el proceso independentista de Cataluña. El Gobierno de la Generalitat de Cataluña y sus amigos antisistema de la CUP han entrado ya en una fase de su desdichado "prusés" independentista, donde han perdido las más elementales normas de la democracia entre las que destaca por encima de cualquier otra el respeto a la ley. 
Hace ya tiempo que Puigdemont, Junqueras y demás compañeros "mártires" han entrado en esa dinámica del disparate continuo que ha fracturado en dos a la sociedad catalana y la ha situado al borde mismo del abismo De las cosas más graves que ha sucedido en los últimos días ha sido la dimisión del Director de la Policía Autonómica de Cataluña, los Mossos d'Esquadra, aduciendo razones políticas y su sustitución por una persona mucho más afín al proceso independentista que entre sus "perlas" en las redes sociales destaca una: la que hacía referencia a que los españoles le damos pena. Y ese es el responsable directo de quienes están llamados a velar para que el uno de octubre se cumpla la ley en Cataluña y, por lo tanto, se impida con todos los medios a su alcance que se pueda celebrar un referéndum ilegal. Sumamente preocupante es también la postura que, ante este desafío independentista de una parte del territorio nacional, ha adoptado el PSOE de Pedro Sánchez. 

En una cuestión claramente de Estado con mayúsculas, lo que se espera del principal partido de la oposición es que apoye al Gobierno de la Nación y que no se dedique a criticar o a poner palos en la rueda como ha sucedido tras el anuncio del ejecutivo central de que se van a controlar semanalmente las cuentas de la Generalitat para que ni un solo euro se destine a financiar el referéndum ilegal. Parece una medida bastante lógica. ¿Qué problema tiene el PSOE para apoyarla? La equidistancia en este tipo de cuestiones lo que transmite es una enorme debilidad política y para los socialistas, pensando en toda España, puede ser letal.

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