Sueños de Olimpia

Un partido, en venganza por las Malvinas

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El 2 de abril de 1982, Argentina sufría una grave crisis económica -como ahora- y a la Junta militar que gobernaba el país se le ocurrió la 'Operación Rosario'. La toma por la fuerza de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del sur, en discusión con el Reino Unido. Después estaba prevista la conquista del canal de Beagle, en discusión con la vecina Chile.

No contaban con la respuesta de la apodada 'Dama de Hierro' británica. Margaret Thatcher envió a su flota, a los temidos 'Gurkhas' y reestableció la situación en dos meses. La guerra de las Malvinas  causó 650 muertos en un ejército argentino sin equipamiento, víveres ni cobertura, mientras los medios de comunicación aseguraban la victoria. (Muy recomendable la película 'Iluminados por el fuego').

La humillante derrota y cruel realidad dejó una profunda cicatriz en la moral del país. Cuatro años más tarde, el 22 de junio de 1986, todavía sin relaciones diplomáticas, ambos rivales coincidieron en un partido de cuartos de final del Mundial de fútbol de México.

Las imágenes son historia del deporte. El césped del estadio Azteca, 115.000 espectadores bajo un sol asfixiante y un ambiente de color ocre. 

Argentina se tomó la revancha deportiva, gracias a dos goles inolvidables de un fenómeno del fútbol, Diego Armando Maradona. El primero, una trampa que hoy no pasaría el VAR, bautizada como 'la mano de Dios'. El segundo, una obra maestra de sus virtudes. Recogiendo la pelota en el medio campo y regateando a todos hasta la red.

Este partido y el Mundial, este consuelo deportivo, encumbró a Maradona a la categoría de Perón, Evita o Gardel, mito nacional. Hiciera lo que hiciese, siempre se le perdonaría.

Revolucionario jugador, aliado de dictadores

Con Maradona sucede lo mismo que con Muhammad Ali. Su grandeza deportiva fue tal que, a su muerte, adquieren la categoría de infalibles. Nadie se atreve a recordar sus numerosos tropezones.

Drogas al margen, muchos repiten la idea del 'entorno' como la causa de sus males. Lo cierto es que tuvo una familia humilde, unida y de sólidos valores, siempre a su lado hasta su desembarco europeo. Y también personas valiosas e inteligentes en su carrera. Apartarse de ellas y arrimarse a los peores fue una constante en su vida.

En Nápoles fue el pelele de la 'famiglia Giuliani,' de la 'Camorra'. Ellos pagaron su contrato y lo exhibieron como reclamo de negocio.

A cambio, le ofrecieron la ciudad, toda la coca y las prostitutas que quisiera. Entre 1984 y 1992 murieron 1.545 personas por ajustes de cuentas y guerras entre clanes. El 'Pelusa' jugó despreocupado, pero después entendió que era un rehén de la mafia. Sólo fue 'liberado', más bien apartado u ofrecido como cabeza de turco, cuando la policía italiana comenzó a investigar en las redes de la organización.

Tras su retirada como jugador, siempre preso de  adicciones, comenzó su etapa como técnico y líder revolucionario. Dirigió en la antes según sus palabras "corrupta" federación argentina. Entrenó en dictaduras como Emiratos y en clubes propiedad de capos mexicanos, como Sinaola.

Admiró y abrazó a dictadores como Fidel Castro, Hugo Chávez, Muamar el Gadafi, Aleksander Lukashenko o al grupo terrotista palestino 'Hamas'. Declarase defensor de la paz y de los más pobres y aliarse con estos sujetos fueron grandes incongruencias que algunos intentan disculpar o disimular en su tumba.

Su legado es el fútbol, que ya es demasiado.

El hombre, entre Diego y Maradona

Resumir la trayectoria de Diego Armando Maradona (1960-2020) resulta imposible en estas líneas. La mejor definición de su personalidad corresponde a su entrenador personal Fernando Signorini, quien modeló física y mentalmente al mejor 'pelusa' conocido, el de su etapa en el Nápoles y la selección albiceleste, entre 1984 y 1990: "Comprendí que a veces era Diego, un muchacho maravilloso e inseguro; y otras era Maradona, el personaje que se inventó para estar a la altura del negocio. Llegados a un punto le dije que con Diego iría al fin del mundo y con Maradona no daría un paso. El me respondió que lo entendía, pero que si no fuese por Maradona todavía estaría en Villa Fiorito". El mérito de Maradona fue rendir a nivel exquisito pese a ser ya un drogadicto en Italia. La cocaína aceleró su declive físico, el declive le obligó al dopaje, el dopaje le retiró del fútbol y la retirada le dejó, como a tantos otros fenómenos del deporte, sin su principal razón de ser. Nada igualó lo vivido en el césped.

Tan inmensa como él

El material audiovisual sobre Maradona es inmenso e interesante, tanto el autorizado como el más incómodo. En 'Maradona by Kusturica' (2009) el astro explica su pensamiento político al director serbio. Más completo en cuanto a su trayectoria, con especial atención en Nápoles y el Mundial 86, es el excepcional trabajo que abajo recomiendo del director británico Asif Kapadia, autor de excelentes documentales.  La autobiografía 'Yo soy el Diego' (Planeta) es la Biblia de la llamada iglesia maradoniana. No es una errata.

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