Obituario

"Pasá Pibe"

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La muerte siempre impacta, golpea en lo más profundo y el final de Diego Maradona fue como aquellas gambetas electrizantes, sorpresivas, llenas de magia que tuve la inmensa fortuna de disfrutar in situ, aunque en este caso el balón, su eterno compañero acabó llorando y mis recuerdos y vivencias se humedecen de tanta tristeza . El fútbol nos unía, éramos de la misma generación, nos separaban apenas tres meses de diferencia, aunque él la marcaba siempre en su hábitat natural, el rectángulo de juego, mientras que yo intentaba reflejarlo de la mejor manera posible en las crónicas de un periódico.

Con la misma ilusión que supuso para el "10"su debut prematuro en el Argentinos Júniors, así experimenté aquel 14 de mayo de 1981 dando mis primeros pasos en el diario El Sol de Quilmes, mi ciudad natal y realizar la cobertura del Racing-Boca en el campo del River Plate. Nunca olvidaré la sencillez con la que me invitó a entrar al vestuario con un claro "pasá pibe". Estaba frente al mejor y la entrevista discurrió como si de una charla entre dos amigos del barrio se tratara, intercambiando opiniones sobre fútbol, de que otra cosa se podía hablar.

En el invierno austral de 1987 se iba a producir nuestro segundo encuentro, un año después en el que "el Diego" levantase la última Copa del Mundo conquistada por la Argentina, la que el mismo soñaba en los "Cebollitas" de Argentinos Júniors. Fue durante la Copa América, en un entrenamiento de la selección albiceleste que viví a pie de campo. Al término del mismo nos reencontramos en los pasillos del campo del River Plate y los minutos de entrevista parecían eternos, pero siendo aún joven no podía dejar pasar la ocasión e inmortalizar aquel momento en una foto (imagen) que conservo como un trofeo. Qué más podía pedir.

Seis años más tarde se producía la vuelta de Maradona tras purgar una sanción por cocaína, su lado más oscuro, y ser recuperado por el Sevilla entrenado por Bilardo. El 5 de febrero de 1993, víspera del Deportivo-Sevilla, en el hotel de concentración el destino nos reencontró. Salía del ascensor, lo abordé, pero no tenía el mejor semblante para una entrevista, aun así me pidió disculpas y me dejó un teléfono que nunca me atendió. Antes de despedirnos accedió a un pedido personal que no eludió, dedicarle un autógrafo para mi sobrino Pablo. Todo un detalle. Diego Maradona era así, como las lentejas, o las tomas o las dejas.

Por última vez, coincidiendo en un Boca-Racing como aquel lejano primer encuentro, aunque esta vez fue en la “bombonera”, volví a disfrutar ese 3 de diciembre de 1995 de las genialidades de Diego sobre un campo de juego. Lo que no pudo ser fue volver a hablar a solas con él, pero sí hacerle una pregunta durante la rueda de prensa, lo que no sabía que sería la última. D.E.P.

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