OURENSE NO TEMPO

Pasadizos de la vieja Auria

jergones
photo_camera Calle San Miguel (alrededor de 1900), donde hoy está el "Pingallo"

Antiguas construcciones que no defraudan a los amigos del misterio

Una ciudad como la nuestra, no podía defraudar a los amigos del misterio. Auria es una ciudad antigua y pequeña, pero en mayor o menor medida cuenta con anécdotas de todo tipo. Ya os he hablado del paso de los franceses por la ciudad, las visitas de los ingleses, los desmanes de los moros y como no recordar la “exótica” visita de los normandos. En otra ocasión os he hablado de bandoleros y en breve tocaremos el tema de las guerras entre nobles feudales. Hoy el tema es menos sangriento (aparentemente), se trata de recordaros antiguas construcciones de las que por su propia naturaleza tenemos que fiarnos de simples comentarios para darles veracidad.

Un pasadizo siempre encierra un alto componente de misterio, aunque muchas veces sea más un deseo que una realidad. El más documentado, e incluso creo que aún accesible, cruza a la altura del cuartel de San Francisco, por debajo de Emilia Pardo Bazán. Me cuentan que por su tamaño puede transitar en postura erguida un hombre de tamaño normal. En este caso la mayoría de personas consultadas coinciden en comentar que se trata de una canalización que, desde el depósito, distribuía agua para las fuentes de la ciudad -Fonte Nova (Trigo), do Ferro, Arcada (próxima a San Cosme), Coiros (San Marcial)-, lo cual le restaría gran parte de su encanto.

Como es lógico, el edificio más proclive a disponer de estos pasadizos es nuestra Catedral, aunque la única referencia que he localizado, con visos de realidad, sea la que habla de la conexión de la antigua capilla de la Magdalena con los bajos de la seo. De hecho los vecinos de la casa que se edificó en ese solar me cuentan que en los sótanos existía un arco pétreo, con un gran portalón de madera. A poco que dejemos volar la imaginación, aumentaremos el pasadizo en la dirección opuesta, dando servicio a la primigenia iglesia catedral, y al edificio episcopal (en el cerrado Museo Arqueológico estaba la casa del obispo), pero dejemos el tema que son únicamente especulaciones.

Por informaciones del gran Ático Noguerol se puede confirmar la existencia del más enigmático e interesante para mi gusto. Conocido y utilizado a lo largo del tiempo, por bandoleros, contrabandistas, amantes… Permitidme antes de desvelaros su ubicación que os recuerde que nuestra ciudad en tiempos tenía uno de sus límites en lo que hoy conocemos como calle de San Miguel (ya sabéis que yo prefiero el viejo y sonoro nombre de Rapagatos), de hecho los edificios de la derecha, cuando ascendemos por la calle, formaban parte de la supuesta cerca o muro de la ciudad. Lógicamente un pasadizo en esa zona sería de una utilidad excelente para los poco amigos de controles. Pues Ático nos comenta en uno de sus dibujos (creo que inédito y, por mis datos, propiedad de Mercedes Noguerol) que la casa situada al lado de la de María Andrea, en la plaza del Eirociño, “era del Hospital de San Roque y tenía un pasadizo, que atravesaba la calle de San Miguel, a las huertas que dan a la trasera de las casas de la calle de Alba”. Como sabéis, no hace mucho que se remodeló una casa lindante con ésta y con acceso a San Miguel, y se encontró un "paso", probable entrada para los que no tenían nada que esconder, los otros…

Otro de los pasadizos con glamour es el que a nada que dejemos volar la imaginación nos llevara al Chicago de aquellos tiempos de la ley seca. Dicen los viejos del lugar, que entre las leyendas de la Sala Auria figura la existencia de un pasadizo que por debajo de la calle del Paseo permitía escabullirse a propietarios y a "vips" en situaciones comprometidas. Que yo sepa, jamás se produjo una redada en el local, pero mis informadores insisten en que gracias a ese pasadizo más de un marido no llegó a encontrarse con su mujer en situación embarazosa, e infinidad de casos similares: el secretario de baja por enfermedad que ve descender por las escaleras del local a su jefe, el futbolista trasnochador al que avisaban de que el “presi” del club estaba en la puerta, etc., etc. Si queréis que os diga la verdad, aunque no lo he visto ni he podido confirmar nada más que comentarios, yo me inclino por pensar que fue real; la disposición de Auria, donde la sala estaba por debajo del nivel de la calle y que de manera coincidente la plaza de Paz Novoa guarda el mismo nivel me induce a pensarlo.

Queda alguno más en el tintero, como el de la calle Barrera, que conectaba con un edificio de doctor Marañón y que unos niños “a los que no conozco” recorrían en los años 70, u otros que hace poco me confirmaron que hoy existen y parecen ríos subterráneos que circulan próximos a Concordia y Juan XXIII en dirección Doctor Fleming... Y alguno más, entre los que no quiero dejar de citar uno que recordamos todos los que en algún momento fuimos alumnos del colegio Hermanos Villar. Transcurría desde el comedor del colegio, situado en el sótano, hasta el Posío, por debajo de la calle Lugo. La idea era dotar de total seguridad la salida de los alumnos al recreo, aunque recuerdo una época en que alguien descubrió que el interruptor de las luces era accesible, convirtiendo en un pasaje peligroso para delanteras y traseras de las chicas el lugar; aunque también recuerdo que, enterados don Antonio “Pucho” y don Leocadio, con una maniobra estudiada y “envolvente” (uno se escondió en la cocina y otro en la salida del Posío) identificaron a los responsables quitándoles las ganas a coscorrones.

Continuaré atento a la existencia de más pasadizos.

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