Cartas al director

Pasarela del CHUS

Mi amigo el más viejo de la parroquia acaba de llegar del hospital de hacer una placa de una rodilla, que dice que por veces, sobre todo cuesta arriba, no le coge bien la directa. Y de paso, aprovechando, giró una visita a un primo recién operado que se está recuperando bien. 

Nos cuenta, entre taza y taza, aún sin despejar de todo las carcajadas, de lo acaecido esta misma mañana en la habitación 403. Allí había otro de su misma edad, también de cadera operado, pero que ya iniciaba sus pinitos con andador en compañía de una señora saliendo y entrando. Y que por poco no la armaron.

Ganas no le faltaron. Nos cuenta: Las mujeres ingresadas suelen llevar de pijama una bata y aún por encima un albornoz, y los hombres un pantalón y chaqueta. Pero aquel buen hombre -como otros muchos- llevaba bata mal anudada, enseñando ostensiblemente sus vergüenzas a cada paso, -anversales y reversales- por más que uno no quisiera mirarlas. Es público y notorio –voz ATS y todos demás sanitarios- que las mujeres son más recatadas y vergonzosas, e incluso muchas llevan pantalones. En una de esas salida, mi amigo, refiriéndose a él y para que le oyera, preguntole a su primo, que aquel señor era soltero, que a las leguas se le veía. Volviose aquel acompañante manifestándole que en absoluto, que no. Que aquella era su esposa. Mi amigo alabole tanto amor que le mostraba, que el amor era ciego y lo más bonito, etc.etc. 

Extrañados ambos quisieron saber más. Y entonces díjoles que ella, embobada en su delirio, no veía las vergüenzas que él iba enseñando y que con aquella bata mejor estaría haciendo posturitas de modelo en un escaparate de mercería. La buena mujer echándole una bronca corrigió a toda prisa aquel nudo, mientras él crujiendo los dientes tanteaba dejar el andador y echársele encima, mostrándole en sus ojos tal intención. 

Y acaba, taza en mano, diciendo que hay cosas que son de primero de mostrador, y que muy a menudo uno piensa que sabe lo que no sabe, y eso, es también una enfermedad.