gastronomía

La pascua se endulza por todo lo alto

Roscón de pascua.
photo_camera Roscón de pascua.

El roscón, tradicionalmente, era regalado por las madrinas a sus ahijadas y ahijados. Eso sí, lo propio, durante décadas fue que ellas mismas los preparasen

Tras la cuaresma y los excesos cárnicos del Entroido, sobre todo en lo que a derivados del cerdo se refiere, el domingo de Pascua cede elp rotagonismo gastronómico a sus dos dulces tradicionales. Los roscones y las casitas y huevos de chocolate. El roscón de Pascua es similar al de Reyes: harina, huevo, manteca cocida de vaca, levadura, anís, azúcar, una pizca de sal y las tradicionales frutas escarchadas con las que se adorna y que dejan ese regusto tan dulce y tierno en su entorno. El roscón, tradicionalmente, era regalado por las madrinas a sus ahijadas y ahijados. Eso sí, lo propio, durante décadas fue que ellas mismas los preparasen. La masa se elaboraba en casa, un trabajo muy laborioso porque requería largas fermentaciones y mucho amasado, y luego se llevaban al horno a cocer. De paso, también se llevaba el cabrito, que en el horno de la panadería salía mejor lo uno y lo otro. Todo eso desapareció, porque los roscones se compran hechos. Y con esa tradición desapareció también un oficio, el del anacalo, el criado del panadero que iba por las casas a buscar los encargos que luego habrían de ser cocidos en el horno. Cuando no había panaderías, sino simples hornos, también llevaban el pan que cada cual amasaba en su domicilio y luego se hacía en el horno más cercano.

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