Opinión

Pasolini

Todo el mundo persigue algo. Todos sin excepción perseguimos algo. Algunos persiguen el éxito, otros persiguen dinero o sexo, otros un cierto reconocimiento social. Hay quien persigue premios o que le pongan una medalla, y hasta hay quien persigue pasar desapercibido. En el colmo del disparate incluso hay hombres que persiguen toda la vida a una mujer y viceversa, mujeres que persiguen toda la vida a un hombre. Y otros que persiguen vivir eternamente (!), la vida eterna. El gato persigue al ratón, la araña al insecto, la policía a los delincuentes, los vaqueros a los indios. En la fabulosa Blade Runner, Rick Deckard (Harrison Ford) persigue al replicante Roy Batti (Rutger Hauer), y al mismo tiempo el replicante lo persigue a él. Una persecución en bucle. Ya digo, todo el mundo persigue algo.

En la semana de los disturbios de Cataluña, a medida que las veíamos y vivíamos, al menos por la tele los que no estábamos allí, se me ocurrió preguntarme qué perseguían los CDR, Tsunami Democratic, Quim Torra y todos sus adláteres con aquello. Una pregunta estúpida tal vez, pero quizás no tanto si todo el mundo persigue algo.

Muchos opinadores han hablado más que de sobra en los medios últimamente sobre esto intentando explicar lo que ocurrió. O intentando aproximarse a entender lo que ocurrió que por cierto creo que, lamentablemente, seguirá ocurriendo. Y las ideas que se ponían sobre la mesa alrededor de ese tema eran siempre las mismas: la frustración de una parte de catalanes por la malhadada declaración de independencia que apenas duró ocho segundos, la indignación por la sentencia a los políticos presos, la rabia contra los servicios de policía, orden público, etc., el odio a España y otras cuestiones que a mi juicio son casi intrascendentes. 

Así que como un abogado que se pregunta "qui produit?", "¿a quién beneficia?", yo empecé a preguntarme "¿qué se persigue?", "¿qué perseguían?", "quid quaeris?", no sé si se dice así, mi latín hace mucho que desapareció del mapa. 

Pues creo que lo he descubierto. Perseguían un muerto. Preferiblemente un chaval de quince años, guapo, simpático, que hubiera sido en vida un buen hijo, deportista, sanote y con unas notas estupendas. Aunque una chica embarazada también les hubiera venido de perlas. Entonces yo, que siempre he pensado que Quim Torra y sus amigos solo son unos gilipollas e ignorantes, casi una broma estúpida de una mala película muda, empecé a verlos como son. Y es tremendo, porque... son monstruos.

La jugada no les salió bien. La araña a veces no caza al insecto. El muerto estuvo a punto de ser no el que ellos querían, sino un policía que gracias a Dios parece ser que mejora poco a poco. Ya decía Pasolini, un comunista en serio, que en las manifestaciones y revueltas callejeras él se identificaba con los policías porque eran trabajadores, currantes de clase baja, y no con los ricos niños de papá bien alimentados que les tiraban ladrillos.

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