CULTURA

La peor pesadilla de Eric Clapton

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photo_camera Jimi Hendrix y su guitarra revolucionaron la historia del rock de finales de los años 60.

Eric Clapton se llegó a convertir casi en un reclamo turístico para los visitantes de aquel Londres un 1 de octubre de 1966

Se cuenta, dentro de ese movedizo terreno en el que es prácticamente imposible muchas veces saber dónde termina la realidad y empieza la leyenda, que una noche como la de hoy, la del 1 de octubre de 1966 en un Londres frío y lluvioso, como corresponde al sempiterno clima británico, Eric Clapton, quien no mucho antes era considerado un dios hasta el punto que se llegó a convertir casi en un reclamo turístico para los visitantes de aquel Londres despreocupado, colorido y libertino del verano del Swinging London con pintadas en las que se leía “Clapton is God”, sufrió en el cenit de su carrera como líder de Cream la peor humillación musical de su historia. 

Sí, en un episodio poco conocido y al que no se le dio mucha difusión, se produjo la ya clásica historia, que hunde sus raíces en la tragedia griega, y de la que existen innumerables casos por ejemplo en el boxeo, del alumno que a fuerza de querer aprender de su maestro, de admirarle y seguirle hasta el punto de obsesionarse con querer llegar lo más lejos posible, el día que muestra a su maestro toda esa sabiduría acumulada, sin pretenderlo le humilla en público y destruye su reputación.

Salvando distancias temporales y culturales, eso fue lo que sucedió esa noche del 1 de octubre de 1966 cuando Jimi Hendrix, quien apenas unas horas antes se había bajado de un vuelo de Nueva York, se subió al escenario en el que Cream estaban tocando para hacer una jam-session con ellos. 

Si hay una persona que le deba llegar a lo que llegó en la música al tópico pero no menos cierto dicho de que muchas veces la gran oportunidad de tu vida llega si estás en el momento adecuado en el lugar oportuno, esa persona es Jimi Hendrix. Pongámonos en antecedentes.
23 de junio de 1966: Los Rolling Stones acaban de empezar una gira por Estados Unidos y el día anterior aterrizaban en Nueva York para iniciar ese periplo de conciertos. Linda Keith, la compañera sentimental en ese momento de Keith Richards, una preciosidad morena de aspecto exótico y piel caoba, la segunda noche en Nueva York, mientras los Stones y Andrew Loog Oldham se marcharon a cenar a Brooklyn,  junto a la jefa de prensa del grupo y parte del personal de gira prefirió irse a cenar al Greenwich Village, con idea de acercarse después a tomar unas copas al Cheetah Club, local que tenía buena fama en el Village.

El azar quiso que esa noche tocase en el Cheetah una banda llamada Jimmy James & The Blue Flames, cuyo líder no era otro que Jimi Hendrix. Tan absolutamente prendada se quedó Linda del genio de ese extraterrestre de la guitarra, que al día siguiente trató de convencer a los Stones y en particular a su pareja no solo de que fueran a verle, sino de que le ayudasen a triunfar. 

Richards se temió que hubiera un asunto de cama por el medio -cosa que no fue así- y se negó, pero Andrew Loog Oldham, siempre ambicioso por encontrar nuevos artistas, acudio a ver a Hendrix e, increíblemente, el cazatalentos que supo ver en los Rolling Stones a la banda de rock que cambiaría el mundo, no supo ver nada en Jimi Hendrix.

Más todavía; le dijo claramente a Linda Keith que ese guitarrista no valía la pena. Sin embargo Linda, convencida de que había descubierto a un genio, llamó a Chas Chandler, que en esa época era músico de The Animals, banda que acompañaba a Eric Burdon, pero del que sabía que tenía inquietud por desarrollar una carrera como representante, y le convenció para que fuera a ver a Jimi al Café Wha, otro conocido club del Greenwich Village. Chandler se quedó tan maravillado que esa misma noche cerró una suerte de preacuerdo con Jimi para ser su manager con una promesa que fue la clave de que el guitarra aceptase ser representado por él: que a finales de septiembre, cuando terminase la gira americana de Eric Burdon & The Animals, se lo llevaría a Inglaterra para montarle otra banda y lanzarle al estrellato. La promesa se cumplió: en la tarde-noche del 23 de septiembre de 1966, Chas Chandler y el guitarrista que todavía se hacía llamar Jimmy James, tomaron un vuelo desde Nueva York con destino al Aeropuerto de Heathrow, Londres. Jimi, desde que Chandler le aseguró que le llevaría a la capital británica, no dejó ni un solo día de hacerle la misma pregunta: “Chas, cuando lleguemos a Londres, ¿podré conocer a Eric Clapton?, ¿crees que podré tocar con él?, ¿le conoces bien?, ¿cómo es, qué carácter tiene?”. Jimi Hendrix era un apasionado fan de Eric Clapton, adoraba a The Yardbirds y tenía entre sus discos de cabecera el mítico álbum de John Mayall & The Bluesbreakers con Eric Clapton. Chandler, que le conocía y además tenía buena relación con él, movió los hilos a través de Robert Stigwood y logró que una semana después de haberse instalado en Londres, Jimi fuera invitado al concierto que Cream darían en el Regent Polytech el 1 de octubre de 1966, y se aseguró de invitar, incluso pagando una considerable cantidad de tickets para cervezas y long-drinks -el equivalente británico de aquellos años a nuestro cubata o gin tonic- a los más importantes periodistas y críticos musicales de revistas como NME o Melody Maker o disk-jockeys de la BBC Radio 1 para que vieran a su descubrimento.  

 Aquella noche, Cream hicieron su repertorio habitual y para el final del set dejaron una versión de Howlin'Wolf, “Killing Floor” que tanto el grupo como el propio Hendrix conocían bien, Jimi se subió al escenario a tocarla... y la gente se volvió loca. Al terminar, todo el auditorio ovacionaba y aplaudía con locura a Jimi Hendrix, mientras que Clapton se dirigía detrás de la batería donde estaba Chas Chandler, y entre sofocado, irritado y sorprendido, le dijo agriamente: “¡Joder, Chas! ¿este hijo de puta es siempre así de bueno?, ¿qué pretendes, arruinar mi carrera? ¡Llévatelo otra vez a América, joder!”.  Eric Clapton confesó años más tarde que en aquellos días, sobre todo cuando unos meses más tarde Jimi Hendrix se convirtió en la nueva revolución del rock británico, llegó a tener pesadillas con él. Tras un tiempo en el que le evitó en todo momento y hasta llegó a tratarle de modo disciplente y arrogante en público, cosa que lógicamente molestó y decepcionó a Jimi, Clapton optó por aquella vieja máxima de que si no puedes con tu enemigo, mejor únete a él y terminaron por tener una estrecha amistad. 

Pete Townshend, guitarrista de los Who, en declaraciones a la película-documental sobre Jimi Hendrix estrenada en 1973: “Un día me llamó por teléfono a mi casa Eric Clapton, cosa que me extraño mucho puesto que aunque me conocía, jamás había cruzado más allá de dos frases conmigo y me dijo: 'Hola, Pete. Oye ¿que te parecería si vamos este fin de semana al cine y luego charlamos y tomamos unas cervezas?” “Ok, tío, por supuesto -le dije- y nos fuimos un domingo por la tarde a ver una película italiana que por cierto era aburridísima. Ya después, en un pub cercano, tras unos minutos de charla intrascendente, para evitar entrar a saco en lo que de verdad quería hablar, fue al grano: 'Bueno, ya le has visto ¿no?, ¿qué opinas de Jimi Hendrix?”. “ Y yo le dije: 'es un genio, pero es probable que nos deje sin trabajo a todos”. “Cierto -respondió Eric- entonces ¿qué podríamos hacer para deshacernos de él?”.  
Por desgracia, la carrera de Jimi Hendrix fue casi efímera, puesto que moriría en septiembre de 1970, cuatro años después de haber aterrizado en Londres, tras haber creado un mito que hoy por hoy sigue siendo el de un artista sin cuya aportación no puede entenderse la historia y la evolución del rock desde finales de los 60. 

Afortunadamente para él, los 70 serían la década en la que ya, como artista en solitario, Eric Clapton se convertiría en otro mito de dimensiones similares, a pesar de sus tortuosos periodos de adicción a la heroína o de alcoholismo. Pero quizá quepa preguntarse si la aparición de aquel extraterrestre que revolucionó el mundo de la guitarra eléctrica en el rock y al cual es justo atribuirle la creación de las bases del Heavy Metal, a pesar de las pesadillas que le produjo, quizá no le ayudase a dormirse en su propia grandiosidad o en una improductiva autcomplacencia. 
Si Jimi Hendrix produjo en él ese efecto, la contribución de Hendrix a la historia es doblemente valiosa. Let me stand next to your fire...

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