Opinión

Lo peor de la política

Una cosa es criticar cuando se está en la oposición y otra estando ya en el Gobierno desaparecer cuando se presenta un problema crítico como la gestión de la pandemia o complejo como es afrontar las consecuencias de la última gran nevada.

La memoria retrata de manera inmisericorde el presente de algunos políticos a partir de sus palabras de antaño. En enero de 2018, Pedro Sánchez, desde la oposición denunciaba la "ineptitud y la falta del responsabilidad del Gobierno (Rajoy) por no prever las consecuencias del temporal". Y Pablo Iglesias, a la sazón vicepresidente del Gobierno, por las mismas fechas iba más lejos escribiendo en tuiter: "Muchos vivas al rey y mucha bandera pero la corrupción y la incompetencia son la realidad del Gobierno. Pediremos la comparecencia del ministro de Fomento para que explique lo ocurrido en el AP-6". Entonces era una autovía con problemas, ahora han sido unas cuantas más.

¿Alguien le ha visto estos días interesándose por los problemas creados por la gran nevada que ha paralizado la capital o el avance imparable de la tercera ola de la pandemia que amenaza con colapsar los hospitales? Está desaparecido.

En política, ofrecer soluciones para los problemas es tarea compleja. Es mucho más fácil hacer demagogia, recurso para el que algunos están muy dotados. La falta de presencia pública de Iglesias cuando hay problemas va camino de ser tendencia. Fue muy llamativa su desaparición del escenario público el año pasado durante los primeros meses de la pandemia pese a ser titular de una encomienda ministerial de Asuntos Sociales. Ni puso el pie en una sola residencia de ancianos ni se le vio en algún hospital. Su hábitat son los platós de televisión amigos donde no hacen preguntas incómodas y se puede sembrar cizaña o recrearse hablando de cuestiones que sólo interesan a los muy cafeteros de su parroquia.

La pandemia en general y la gran nevada en particular están teniendo un único aspecto positivo. Están radiografiando el comportamiento en general de los políticos y en particular el de nuestra sociedad. Vemos con admiración al personal sanitario y a los militares de la UME desviviéndose para atender lo más urgente. Mientras tanto, asistimos perplejos al debate entre las autoridades acerca de la conveniencia o no de declarar a Madrid zona catastrófica, decisión que es competencia exclusiva del Gobierno a propuesta de Interior y Hacienda.

¿Por qué se demora? Pues porque la mencionada declaración aparejaría exenciones de impuestos y ayudas y créditos a particulares y empresas. Y ahí interviene la política. La peor manifestación de la política. La que mira el color de la administración que solicita la declaración de zona catastrófica. Esperemos que al menos en este asunto se acabe imponiendo el sentido común.

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