Opinión

Y, a pesar de todo, se gobierna

El que fue primer ministro de Suecia durante los reinados de Gustavo Adolfo y Cristina (siglo XVII), Axel Oxenstierna, le dijo a su hijo cuando este le sucedió en el cargo: “Ahora verás lo imbéciles que son los que llevan los asuntos del mundo”. Los problemas bélicos con Polonia, Rusia, Dinamarca… los resolvió alternando violencia con diplomacia. Es la habilidad política el arte de conseguir resultados favorables cuando los adversarios son mediocres (no me atrevo a decir imbéciles, como dijo Oxenstierna, por las connotaciones peyorativas de la palabra) y no son capaces de racionalizar la acción política con propuestas que solucionen los problemas de los pueblos y protejan la naturaleza como un bien superior. 

Conspiraciones, desconfianzas, traiciones, manipulaciones… para conseguir el poder todo es posible. Una red de tenebrosas intrigas se está tejiendo para cazar alguna presa que cause un gran impacto en la opinión pública y postre inerme al presidente del Gobierno ante sus enemigos. Su equipo de gobierno está sujeto a una férrea vigilancia y no se les permite el más pequeño error. Los ministros son juzgados severamente por una oposición dura y desleal. En contraposición con lo que sucede en el resto de Europa donde, en un ejercicio de responsabilidad, se unen todos los partidos del arco parlamentario en la búsqueda y aplicación de medidas que eviten el contagio del coronavirus. 

El odio se está sembrado por aquellos que se alimentan de la confrontación, no dudando en mentir para potenciar la ira y el miedo de la ciudadanía. Su único fin es conseguir que las urnas les sean favorables, cuando la realidad es que siguen añorando una dictadura sin urnas. Se movilizan en caravanas del rencor, utilizan la bandera de España como símbolo de partido, salen a la calle sin las medidas necesarias para evitar la propagación de la pandemia y usan la provocación para crear un clima favorable al caos que justifique un gobierno fuerte y antidemocrático, subrepticiamente llegan a hacer guiños a la desobediencia de las fuerzas armadas. 

 Realmente es de admirar la casi milagrosa resistencia de Pedro Sánchez, que con un gobierno de coalición en minoría parlamentaria (que a pesar de los que lo critican, funciona), con un conflicto territorial en Cataluña, con el apoyo inestable del PNV y ERC, con un partido socialista heterogéneo (donde algunos barones defienden primordialmente sus intereses), con un aparato de Estado muy conservador al que todavía le queda alguna asignatura pendiente desde la transición, con los poderes fácticos en contra, con una crisis sanitaria grave... en resumen, con casi todo desfavorable y, a pesar de todo ello, adopta medidas que cubren las necesidades más elementales de los desfavorecidos.

 Este Gobierno ha dado cubertura a millones de trabajadores mediante ERTE, ha prohibido los desahucios, ha dado prestaciones para trabajadores temporales y empleadas del hogar, ha aprobado un ingreso mínimo vital para los que no tienen nada, ha prohibido los cortes de suministros básicos, ha dado prestaciones a autónomos y pymes… todas ellas medidas que permiten afrontar la crisis de una forma más solidaria de las que se adoptaron en el Gobierno de Mariano Rajoy para solventar la crisis económica del crack financiero.

La historia ha confirmado la frase de Oxenstierna, pero lo más doloroso es cuando se aplica a algunos políticos de nuestro país en momentos tan transcendentes para la salud de todos.

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