Entre pistas en placentero caminar

Paseo
photo_camera Caminantes sobre el restaurado firme del romano Pontefreixo, con dos milenios de existencia.

Por tierras donde años ha la concentración parcelaria de As Marabillas-Espiñoso-Pontefreixo en un dia de más nubes altas que niebla, aunque con apertura al final de la tarde. Tierras alombadas en las que el pino predomina en los laterales y unos cuantos bosquetes de robles-carballos, y algún relicto de las masivas talas que conllevaba la parcelaria, ponen la nota del recorrido, porque en las tierras tiempo ha concentradas, grandes praderías, y  de cultivo, muchas; algunas, yermas.

Seguimos por el entorno ciudadano por las razones ya apuntadas de la proximidad a la urbe y la brevedad de las horas de luz. Esta vez le toca a las tierras entre A Manchica y Pontefreixo, de reposado andar en una caminata como de cuatro horas en la que siempre hay que ver, como la iglesia de As Marabillas, Pontefreixo, las iglesias de O Pazo o la de Espiñoso y el peto de ánimas. Son más o menos 14 km., que si uno se tira a la aventura podrán ampliarse sin riesgo de pérdida.


AS MARABILLAS A PONTEFREIXO


Asentados en la carballeira y pinar de As Marabillas, cabe a la iglesia, espacio de majestuosos pinos mansos, de grandes copas, el más recio ya seco, de solo tronco, la emprendimos en dirección suroeste por un tramo de poco más de 100 metros que va a Ulfe para tomar a derecha y pronto a izquierda, como atentos a todo en los predios cercados de la concentración parcelaria, fincas de más de una hectárea, donde en parcela hallamos como manzano de más grandes frutos que para el porte se suponían y en sazón y como suministrando la mitad  de ellos a camino público; pero como apetentes de más manzanas porque amén de grandes muy sabrosas, y que se iban a perder, uno del septeto de caminantes fuese hacia donde asomaba verja para demandar permiso de amos y lograda la visa nos llenaría con tantas manzanas que imposible la recepción en nuestras repletas mochilas. Sería como obligado dar las gracias a tan generosos oferentes y allá fuimos al encuentro de Luis Conde y una hija residente en Vigo. Luis, emigrante en Europa cuando se reclamaba mano de obra cualificada, que se formaba de prisa en Os Milagres o Baños de Molgas por el Instituto Español de Emigración, se fue a Alemania; pero solo por cuatro años porque le tentaba más la emigración americana a Venezuela donde más de veinte para hacer fortuna, como posible en aquellos años. Cuando dadas las gracias, nos invitaría aun a entrar en su finca suministrándonos manzanas de una fila de árboles que más usa para regalar sus frutos que para otro beneficio que no sea el de la gratitud. Despedimos a Luis con su artilugio compuesto de pértiga, con uno a modo de embudo para atrapar manzanas en las alturas. Recordamos que en el rural, por más que una cierta y a veces lógica desconfianza hacia los desconocidos, todavía quedan gentes hospitalarias.

Aquella larga parada amenazaba con dejar nuestra meta a medio camino, pero como el espíritu andariego se imponía no fue difícil irnos pista adelante, camino de Pontefreixo a donde llegaríamos por entre el pinar, luego de una subida y la bajada correspondiente al río Arnoia que embocamos pasando a la vera de una pequeña central eléctrica e inmediatamente nos vimos caminando por el puente mejor conservado, de origen romano, probablemente del siglo I o II, restaurado siguiendo el diseño de los arquitectos Durán y Alvarado, dos expertos en puentes. Parada, fotos y el goce de saber que dos milenios nos contemplaban. Empatando con el cercano puente de la carretera Celanova-Cartelle anduvimos escaso kilómetro para virar a derecha y por más herbosa que térrea pista nos hallamos en la cima de la casi planicie.


PAZOS-ESPIÑOSO-DONIZ


Yendo a noroeste dimos en Pazo y su iglesia, luego en Lama Grande y desde Os Pumares iríamos a Espiñoso y su notable iglesia barroca y casa rectoral donde a la memoria la boda, con ágape al aire libre, del materno tío Luis cuando yo infante transportado con padres y hermana mayor por ese fidelísimo taxista de la casa que se llamaba Fernando al que se recurría para algún traslado de los que en familia se hacían. Aquí conviene desandar unos pocos pasos para esquivar el asfalto y por térreo camino salir a Os Pumares y desde aquí al peto de ánimas de Espiñoso. Una carretera, por unos cuantos cientos de metros, te pone en Doniz donde tiempo no hubo de visitar a los hermanos Benito y Leopoldo Álvarez Carrera, unos vecinos que de tan singulares conocidos en la contorna. Subimos por pista en dirección nordeste hacia la cima de un montículo u outeiro, de estos montes de As Marabillas y Montevelle donde hace menos de una decena de años acamparían con sus roulotes, emigrantes de la Europa del Este, que, me parece, se hicieron estimar de sus vecinos estables. Una pista circunvala el monte desde la que se avistan las tierras de Sabucedo, que destaca por su iglesia erigida por un clérigo de la familia Casas; de Pereira, por su ganadería antaño, todas de Montes, y Lamas de Outeiro, por su gran crucero. Yendo pista adelante en la primera desviación deberemos continuar de frente; nos dejará en As Marabillas, celebrada romería allá por mayo, donde destaca en el paisaje su monumental cruz de granito donada por un piadoso vecino.

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