rutas de val y montaña

Por la otra cara de Trevinca

Un reposo antes de atacar la cima de Trevinca, para hacer fotos.
photo_camera Un reposo antes de atacar la cima de Trevinca, para hacer fotos.

A la montaña más alta de Galicia y Zamora se la puede atacar desde diversos frentes. Acaso el más común desde Fonte da Coba; el más duro por el espolón final, desde la laguna de los Peces. Hay otro desde Rábano- Moncalvo, y este, desde Vilanova o Ponte.

El macizo de las Trevincas sobre el que reiteradamente me refiero es de los que no debe perderse uno en  mayo y junio cuando amarillos, verdes y morados pugnan por ocupar el territorio que a veces colonizan en soledad como esos brezales que se caen desde la falda occidental del Hoyo Castaño que por acá podría ser Foxo do Castiñeiro. Perderse este regalo para los sentidos es como renunciar a un caramelo que te ofrecen. Por esto vagamos por esas imponentes montañas que te sumergen en una soledad fuera del bullicio de nuestras urbes.

La ruta de hoy es de las calificadas, en boca del mismísimo Cholo, presidente del Pena-Trevinca A Veiga, como media-alta, aunque convenimos ambos que calificarla de alta era dejar sin clasificación a las que lo son por sus tremendos desniveles, dificultades al paso y distancia.


De Vilanova al Sestil Alto


Salir de Vilanova, obligado hacerlo desde O Trisquel donde serviciales y dispuestos como pocos, Cholo y Marcos se vuelcan con todos montañeros de pro o sin serlo. Si tienen que buscarte a un sitio, no lo dudarán. Si tienen que darte información, toda la que quieras de un macizo que Cholo se conoce al dedillo y que uno que presumía de algo así no le llega ni a la cintura porque además añade al relato la pasión de quienes tan íntimamente ligados a la montaña la sienten. Cualquier día te  encuentras a Cholo meditando a lo yogui o abrazado a un carballo, abedul, castiñeiro o lo que fuera. El misticismo choliano en consonancia está con el Trisquel. Como siempre, en la salida te traza un mapa con su rotulador y uno, aunque trotador por esos montes, cuando señales no había, agradece esos detalles que ayudan.

Salimos de Vilanova por pista, y un poco arriba cuando se bifurcan, la de la izquierda que te lleva al Maluro-Pena Trevinca y la de la derecha al Sestil-Trevinca, que es por donde nos fuimos con vistas al discurrir del río Xares por el valle verdísimo del Pontón hasta Ponte, 300 m. de desnivel desde la cima de la pista, cuando pasamos a la vera de las minas de wolframio de Vilanova, ahora cerradas; pronto llanea la térrea pista que te deja en la alternativa de conectar con la del Maluro o siguiendo de frente, pasar la pontella de madera sobre el río Meladas y comenzar a subir por los crestones del Sestil en sendero que aunque empinado, gratificante por las vistas hacia el valle del Xares, con el Escambrón, que nosotros decíamos Cabrón, bajo el cual asistimos a un campamento nacional de Montaña en agosto del 78, y con el Diluvio, así llamado por los restos glaciares que asemejan obra de permanente riada, y o Escavadoiro, por lo que el glaciar y el río erosionó 4 km. después de su nacimiento en la cota 2.000 m., que lo convierten en el más alto de Galicia.

Con todos estos aditamentos y las obligadas paradas en los distintos y rocosos balcones se va ganando altura hasta situarte en la Valigota en la confluencia de los senderos del Maluro y Sestil, que Xestil debería ser, pero es que en esta demarcación entre comunidades debería prevaler en la nuestra, la gallega nomenclatura. Caminamos hacia el Pena Trevinca a la vista, esa forma cónica que más impresiona desde el valle del Tera.


Encima de Trevinca


Franjas de tenue nieve, frío propiciado por un continuo ventear, tibio sol y diáfano a media tarde cuando bajamos por la tapizada pradería del Xestil Alto a la vista del valle entre éste y el Maluro, el Foxo Grande. Al bajar breves minutos para la contemplación más adelante del circo glaciar del Hoyo Castaño, aunque yo me quedaría con Foxo do Castiñeiro. Subidos a la máxima cumbre zamorana-ourensana, unos cuantos montañeros, algunos de comida sobre la tumbada cruz que de cemento armado con hierra yace por tierra desde algunos decenios, creo. Unas fotos a pareja que me dicen de Oporto. Como aquello no estaba para permanencias según se estila en los ochomil, aunque nosotros a 2.127, la emprendimos por el suroccidental crestón y nos asentamos en lagunallo a cubierto de ventarrones con apertura de alimentos de los que mediada cuenta dimos. De retorno por el alombado Xenzanal, porque se encuentra la genciana o xenza frecuentemente, conectamos con el sendero que desde la Valigota va a la laguna de A Serpe,  años ha sin trazar y hoy rodeando la oriental parte del pico Turrieiro, cuando el sol esplendente, el sendero semitapado y escasamente posteado entre retamas de gran desarrollo y cuando no brezos que lo invisibilizan.


Lagoa da Serpe


En la parte de la ourensana provincia a Serpe está cargada de leyendas como toda laguna que se precie y ésta dice que una hermosa doncella de dorados cabellos cautivó a un esbelto mozo de la comarca. Ella estaba encantada y se convertía en serpiente al amanecer. Así que para desencantarla debería escupir al monstruo en la boca, pero el galán horrorizado por la conversión de la doncella en réptil huyó despavorido y la dama quedaría encantada para siempre sin nadie que la desencantase, por lo que siempre espera que algún aguerrido montañero se atreva a deshacer el hechizo.

La laguna con el Fial viniéndosele encima cual espigón o espolón, no carece de misterio ni de sanguijuelas si te bañas.

La emprendimos por el muy empinado Fial para alcanzar el herboso alto alombado que cual pradera se va precipitando suavemente hacia el val del Xares pasando a la vera de una cabaña o chalet que suscitó en su día cierta polémica si alguien podría levantar cualquier construcción en lo más solitario del monte.

Seguimos hasta donde la herbosa pista se revierte en casi cegado sendero entre vegetación hasta conectar con A Ponte, donde un diligente Cholo vino a recogernos.

Llevamos treintena de kilómetro y unos más que otros lo acusamos, aunque paradas continuas, dentro de esas nueve horas de desparrame por esta inusitada floración trevinqueña.

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